TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Si entre ustedes hay alguno
sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que
su sabiduría le da. Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el
corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse
y están faltando a la verdad.
Porque esta sabiduría no es la que viene de
Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo
mismo. Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase
de maldad; pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante
todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también
compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. Y los que procuran la
paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia”. Santiago 3. 13 – 18.
La competitividad por ser el
mejor y quedar por encima de los demás es el pan diario de la gran mayoría de
trabajos, sobre todo de aquellos que se mueven por puestos directivos.
Esta es la realidad del
mundo, y antes esta realidad Santiago quiere ofrecer la diferencia entre la
sabiduría humana y la sabiduría del cielo. Esta sabiduría de lo alto marcará el
carácter de quien la posea.
El mundo nos llama a ser
celosos y tener ambiciones personales fuertes, a buscar alcanzar nuestro
objetivo sea como sea, pero que diferente es la sabiduría que Dios da.
Esta sabiduría es
pura. Lo es porque en ella no hay maldad, mientras que la sabiduría del
mundo no lo importa pecar, la sabiduría del cielo nos lleva a buscar la
santidad y a huir del pecado.
Esta sabiduría es
pacífica. No solamente nos busca problemas, va más allá, busca arreglarlo,
no rehúye de los conflictos, sino que entra en ellos y basándose en el amor
busca la paz.
Esta sabiduría es
amable. No encontramos en ella malas palabras, siempre atiende con una
sonrisa, su trato es delicioso y esto produce un buen clima a su alrededor. La
amabilidad muestra un carácter transformado por Cristo.
Esta sabiduría es
condescendiente. Condescendencia significa acomodarse por bondad al gusto
y voluntad de alguien. Siempre que este gusto o voluntad, no sean pecado, la
sabiduría del cielo se pondrá a la altura de los demás, mostrando interés por
los gustos de los demás y no los propios.
Esta sabiduría es
misericordiosa. Esta sabiduría ofrece misericordia, busca cubrir la
miseria de los demás con amor, exactamente como Cristo hizo con nosotros, tal y
como la misericordia de Dios nos suple de todas necesidades.
Esta sabiduría no
vacila. Es una sabiduría que se mantiene firme, que aunque reciba ataques
no cambia, sabe en quien ha creído y está por encima de todo.
Esta sabiduría no es
hipócrita. La sabiduría que viene de Dios, no tiene dos caras, todo lo que
dice está reflejado con sus actos, su fe es demostrada por medio de sus obras,
cumple lo que dice y lleva una vida ejemplar.
Qué fácil es buscar la
sabiduría humana, pero hoy tenemos un reto por delante, buscar y rogar a Dios
que nos de su sabiduría, para que nuestro carácter sea como el de Dios.
Dios les bendiga
abundantemente.
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