TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Por eso, así como Cristo
sufrió en su cuerpo, adopten también ustedes igual disposición. Pues el que ha
sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, para vivir el resto de su vida
conforme a la voluntad de Dios y no conforme a los deseos humanos.
Por
mucho tiempo hicieron ustedes las mismas cosas que hacen los paganos, pues
vivían entonces en vicios, malos deseos, banquetes y borracheras, bebiendo con
exceso y adorando ídolos abominables. Ahora, como ustedes ya no los acompañan
en los excesos de su mala vida, ellos se extrañan y hablan mal de
ustedes. Pero ellos tendrán que rendir cuentas ante aquel que está
preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Pues aun a personas
muertas se les anunció la buena noticia, para que pudieran vivir en el
espíritu, según Dios, aunque en este mundo hubieran sido juzgados en el cuerpo,
según los hombres”.
1 Pedro 4. 1 – 6.
Hay cosas que parecen
impensables que ocurran en la vida, de aquí nacen los miedos en muchas
ocasiones. El sufrir una experiencia traumática, puede ser la raíz de los
miedos, puede haber muchos eventos que produzcan un trauma y que lleven al
miedo según qué ocasiones, y el miedo produce incapacidad de hacer algo o estar
en algún lugar. Aquel que tiene miedo no vuelve al sitio que le produce su
inseguridad y si tiene que estar, al salir siente liberación, lo malo ha
pasado.
Si nos paramos a pensar,
Pedro en cierto modo habla de esto en este pasaje.
El padecimiento de Cristo
venció al pecado, produjo liberación y es por medio de Él que nosotros ya no
somos esclavos al pecado, sino libres para hacer el bien. El concepto es muy
profundo, pero simplificándolo debemos partir de la corrupción absoluta del ser
humano, el cual su corazón tiende siempre hacia el mal y solo por medio de
Cristo es que podemos hacer el bien.
Pero entendiendo el bien, no
únicamente una buena acción, porque las buenas acciones muchas veces parten de
la idolatría hacia nosotros mismos o a otras personas o cosas, sino que tenemos
libertad para hacer las cosas conforme a la voluntad de Dios.
Bajo esta óptica debemos
comprender algo, si hemos sido librados del pecado, somos libres para hacer el
bien, debiéramos tener miedo a volver a aquello que antes nos ataba, debiéramos
querer huir de todo aquello que antes nos tenía preso y no podíamos salir y
entonces empezar a vivir de manera diferente a la que hemos estado viviendo
anteriormente, porque llegará el día en que seremos juzgados por nuestros actos
y muchos serán castigados por ellos, pero aquellos que hemos sido comprados con
la sangre de Cristo ya somos libres, pero no para hacer lo que queramos sino
para vivir según la voluntad de Dios, que no es otra que su nombre sea exaltado
por medio de nuestras vidas.
Dios les bendiga
abundantemente.
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