TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Hermanos, no hablen mal
unos de otros. El que habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley
y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces juez de ella en vez de
obedecerla.
Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es
Juez, y es aquel que puede salvar o condenar; tú, en cambio, ¿quién eres para
juzgar a tu prójimo?”
Santiago 4. 11 – 12
Hoy más que nunca vemos en
la sociedad el juzgar lo que otros hacen y de ser posible enjuiciarlos y que
reciban el castigo máximo posible. Nuestras sobremesas se llenan de críticas
hacia el compañero de trabajo o nuestros amigos, las comidas de los domingos se
basan en la “crítica santa” de mira lo que ha hecho aquel o mira como venía
vestida aquella. ¡Cuánto tiempo dedicamos en juzgar a los demás! Nos encanta
hablar de los que nos rodea y si tenemos la oportunidad no dudaremos en hablar
mal de ellos.
Si bien esto se ha
acrecentado, esto es una práctica antigua, ya desde que Adán le dijese a Dios
que la mujer que tú me diste me hizo comer, ahí empezó la crítica, y ante esto
una advertencia en estos versículos.
Las últimas palabras del
texto lanza una pregunta de urgente necesidad que tenemos que respondernos a
nosotros mismos, “¿Quién eres tú que juzgas a tu prójimo?” Y es necesario
que la respondamos para ver lo equivocados que estamos.
¿Cómo podré yo juzgar a
alguien por su pecado cuando yo peco más aún que él? Creer lo contrario sería
una irresponsabilidad.
Si el apóstol Pablo es capaz
de decir que él es el primero de los pecadores, ¿podremos decir nosotros que
otro peca más que nosotros? De ninguna manera.
Ahora bien, esto no nos
quita la responsabilidad que tenemos de amar al prójimo, hay una diferencia
abismal entre hablar mal y juzgar a lo demás y las instrucciones que Pablo nos
dejó “hermanos, aún si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que
sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti
mismo, no sea que tú también seas tentado.”
En otras palabras, debemos
fijarnos que hacen los demás, no como un motivo para juzgar sino para restaurar
al caído, siempre desde la vista que cada uno de nosotros podemos encontrarnos
en la misma situación.
Hoy es un buen día para ser
restauradores y no destructores, ¿no es esto verdadero amor al prójimo?
Dios les bendiga
abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario