TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Por
medio de estas cosas nos ha dado sus promesas, que son muy grandes y de mucho
valor, para que por ellas lleguen ustedes a tener parte en la naturaleza de
Dios y escapen de la corrupción que los malos deseos han traído al
mundo.
Y por esto deben esforzarse en añadir a su fe la buena conducta; a
la buena conducta, el entendimiento; al entendimiento, el dominio propio;
al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la devoción; a la
devoción, el afecto fraternal; y al afecto fraternal, el amor. Si ustedes
poseen estas cosas y las desarrollan, ni su vida será inútil ni habrán conocido
en vano a nuestro Señor Jesucristo”.
2 Pedro 1. 4 - 8
Las
promesas nos han sido confiadas con un propósito, servir de faro en medio de la
oscuridad para que podamos guiarnos, ser iluminados en medio de los malos
deseos que gobiernan la mente, para vivir en victoria sobre el pecado. En
nuestro ser habitan 2 naturalezas, una divina y una terrenal. El mundo vive
alimentando y fortaleciendo la naturaleza carnal que nos domina, más el hombre
espiritual busca trascenderla para ir en pos de lo eterno, lo imperecedero, lo
divino.
Pedro
nos exhorta a esforzarnos por añadir cosas a aquello que ya es evidente en la
vida del creyente, fe.
Nadie
puede buscar lo divino sin fe, la fe es un faro que nos guía y nos permite
crecer. Pedro empieza por la fe, esa fe salvadora con la que empezamos a ser
conscientes del pecado y de nuestra naturaleza carnal, además de ser
conscientes de la presencia de Dios, este es el comienzo que todo creyente
descubre al momento de su nuevo nacer.
Luego
pide que a esta fe añadamos virtud, porque hemos contaminado nuestro ser y esa
naturaleza divina de la cual tenemos parte empieza a conducirnos hacia un nuevo
estado, en donde podemos elegir ahora con libertad lo que hemos de hacer, que
camino elegir ya sin condicionamientos.
Luego
nos pide que añadamos a la virtud entendimiento, de nada nos sirve cambiar si
no entendemos el porqué, y para llegar al entendimiento del que nos habla Pedro
no solo es necesario el conocimiento de las Escrituras y de Dios, sino también
que este conocimiento sea revelado a nuestro interior, que se convierta, no
solo en un conocimiento, es diferente conocer algo que saberlo, existen dos
tipos de sabiduría una terrenal y una divina. La sabiduría terrenal puede
enseñarte lo que debes entender, pero solo la sabiduría divina puede dártelo a
conocer.
Ahora
añade al entendimiento dominio propio, pues de nada nos sirve conocer algo, si
ese algo no puede ser puesto en práctica, no podemos solo hablar de santidad,
necesitamos vivirla, experimentarla para que el conocimiento y la revelación se
completen, la práctica del dominio propio es la práctica de la negación de esa
vieja naturaleza.
Seguimos
añadiendo constancia, perseverancia, diligencia para ir en pos de lo eterno, de
su reino y justicia, que surge en la medida en que morimos a nosotros mismos.
Luego
de que hemos añadido todo esto el crecimiento, pueden hacerse evidentes los
frutos del Espíritu en amor.
Pedro
nos dice que si abundan estas cosas en nosotros creceremos en el conocimiento
de Cristo y además como resultado de ello evitaremos ser inútiles e
improductivos para su reino.
Dios
los bendiga abundantemente.
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