LECTURA DIARIA:
1 Juan capítulo 4
Que
poderosa advertencia. Quien habla en nombre del Señor debe reconocer la llegada
del Cristo, también su mensaje no puede estar en desacuerdo con las Escrituras,
y que su testimonio de vida sea prueba de la verdad.
Quien
no lo reconoce, no proviene de Dios sino del anticristo, aunque sus palabras
sean convincentes o parezcan estar llenas de sabiduría.
El
espíritu del anticristo ya está en el mundo y se hace manifiesto en aquellos
que no reconocen a Cristo y están en contra de la verdad, son muchas las
congregaciones que se han desviado de la verdad, que han dejado de lado la sana
enseñanza y son muchas otras las que caen de la verdad, de modo que
debemos permanecer atentos de quienes escuchamos para que podamos discernir la
verdad.
Aquellos
que pertenecen a la familia de Dios han vencido a los falsos profetas, porque
han confiado en aquel que ha vencido al mundo y su victoria ahora es nuestra.
Quienes
no pertenecen a Dios, pertenecen al mundo y hablan desde esa perspectiva y todo
aquel que pertenece a al mundo les escucha porque se sienten identificados con
lo que ellos hablan, de modo que les es fácil negar a Cristo, las Escrituras y
la verdad, porque en ellos no hay rezago alguno de Dios.
El
amor no puede ser expresado con palabras, por eso debe ser manifiesto mediante
la acción, solo la acción puede demostrarlo, porque ella pertenece al todo, las
palabras pueden estar divididas, no completas, pero la acción requiere de
plenitud y eso es lo que Dios permitió al enviar a su unigénito, aquel que
pertenece a esa unidad para que pudiera mostrar el amor en acción. Jesús no
hablo acerca del amor, porque sus acciones están llenas de él, no necesitó de
grandes discursos para disertar sobre el amor, se entregó a morir para ser como
nosotros, para sufrir como nosotros, para vivir y para entendernos, para crear
un puente, algo que pudiera conectarnos con Dios, con lo eterno.
El
amor no proviene del exterior, sino del interior, este pasaje nos habla en
palabras que parecen fáciles, pero que ocultan el origen y la consistencia del
amor.
Dios
ha dispuesto que puede ser visto a través del ejercicio del amor, en cada
servicio, en cada entrega, en cada ayuda, en cada palabra, en cada persona él
puede ser hallado, pues la experiencia de su amor nos conduce a la plenitud de
su gloria y ella permanece en nosotros para que los demás puedan
experimentarla.
Cuando
el amor se hace visible en nuestras acciones que son concordantes en todo
sentido con lo que pensamos y decimos entonces el amor se manifiesta en unidad
y todo aquel que lo ha experimentado puede hacerlo notorio a su semejante.
Dios
es un camino de reconexión, de reconocer, o sea volver a conocer algo que ya
conocíamos pero que habíamos perdido. De modo que reconocer a Cristo no es otra
cosa que volver a reconocer aquello que nos es conocido, Cristo no es difícil
de conocer a menos que decidas descartarlo, que por tus propios medios elijas
el engaño.
Cuando
por la fe el amor de Dios se hace manifiesto a nosotros en su plenitud, entonces
podemos comparecer ante Dios con confianza, sin temor, porque empezaremos a
vivir como el vivió, con una confianza plena en el Padre aunque su final no
pareciese el de un mesías glorioso, si es el mesías que la humanidad necesita,
un Salvador.
Juan
menciona que en el amor no hay temor, porque si existe algún atisbo de este
entonces no es amor. El temor necesita ser confrontado en nuestras vidas porque
mientras él se mantenga el amor de Dios no puede ser experimentado en
profundidad y unidad. El temor limita nuestra percepción del amor de Dios, lo
condiciona, lo exprime, pero cuando el temor es trascendido, el amor puede ser
manifestado en toda su plenitud.
Quien
afirme que ama a Dios debe como resultado de esta ecuación amar a su prójimo,
de no hacerlo solo demostraría que es un farsante, que pretende amar a quien no
conoce, y de quien no ha experimentado su amor. El interesante que primero
debamos amar aquello que no vemos, para que podamos amar lo que es visible. Si
el amor no surge en el interior, no puede ser llevado al exterior,
sencillamente porque el exterior no es fuente de amor, en el exterior solo
puedes percibir lo externo, y el amor no es algo externo, es algo interior.
El
amor no puede ser contenido, solo puede ser entregado, quien ha sido amado por
Dios y se ha vuelto una experiencia de vida, entonces será movido a amar a su
prójimo, no necesita ser una orden, el amor surgirá naturalmente de aquellos
que se sienten amados.
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