LECTURA
DIARIA:
1
Juan capítulo 2
Como
no somos inmunes al pecado, debemos tener presente que hemos de vivir un
arrepentimiento continuo en nuestras vidas y mantenernos alertas, fortalecidos
en el Señor para no caer, muriendo a esa naturaleza carnal para que ella no
continúe manifestándose a través nuestro.
Su
sacrificio en la cruz sirve de puerta para que podamos encontrar el perdón de
nuestros pecados, su sacrificio abarca todos los pecados de la humanidad, pero
solo para aquellos que le buscan.
Juan
plantea la posibilidad de que podamos conocer a Dios, a través del obedecer sus
mandamientos.
La
verdad habita en aquellos que obedecen sus mandamientos, su guía y ordenanzas.
Quien no los obedece naturalmente es un mentiroso.
El
amor de Dios se manifiesta o se hace notorio en aquellos que ponen en práctica
su palabra o mensaje. Recordemos que su palabra no es solo la que tenemos
escrita.
Permanecer
en Él es un acto de nuestra voluntad, es cierto que somos elegidos, que se nos
ha concedido esa gracia especial de poderle encontrar, pero también debemos
poner de nuestra parte para vivir como Él vivió. Permanecer en el, es
voluntario y requiere que dispongamos con diligencia nuestro ser para vivir en
medio de la oración, la comunión con el Padre y los hermanos en la fe.
El
mensaje de la verdad ha permanecido a través del tiempo, no ha cambiado, la
llegada de Jesucristo no cambio su esencia, solo la hizo más evidente. Su
mensaje de salvación sigue vigente, ha sido y será por siempre para todo el que
oye atentamente.
Los
mandamientos del Señor son eternos, pero Juan también tiene un mensaje fresco
que se manifiesta en todo aquel que sigue la verdad mientras la oscuridad que
habitaba en nosotros se va desvaneciendo. Nadie que odie a alguien y más a su
hermano puede afirmar que habita en la luz de Dios, porque si habitara en la
luz de Dios reconocería que no tiene por qué odiar a nadie, el odio nace del
dolor y el orgullo que son contrarios a la sanidad y la humildad que sostienen
al creyente.
Juan
se expresa como un padre a sus hijos, con amor entrañable, con cariño y
aprecio, reconociendo la obra redentora de Cristo en nosotros como familia de
Dios.
También
Juan se dirige a los padres que han engendrado hijos espirituales en Dios, a
los jóvenes espirituales que han vencido al maligno al obrar conforme a la
voluntad divina, y a los hijos que ahora conocen al Padre. Además de
identificarnos como una familia, también nos brinda un entendimiento del
desarrollo del creyente al mostrarles como Padre, jóvenes e hijos. Tres etapas
que demuestran el desarrollo conforme lo que Juan escribe, Los padres son
aquellos que han podido saber entender al que es, ellos comprenden en una mayor
medida a Dios y de una manera más personal, los jóvenes son reconocidos como
aquellos que han vencido al maligno, un creyente solo vence
al
maligno al entregarse devotamente a su voluntad obedeciéndole y permaneciendo
en su palabra, y los hijos son aquellos que apenas acaban de descubrirle,
tienen una noción de él, pero necesitan crecer y desarrollarse.
Juan
describe también lo que hay en el mundo, lo que puede deslumbrarnos con su
falsedad y engaño. Los malos deseos de la carne, tenemos una naturaleza carnal
que no podemos negar, está en nosotros y nos compunge a sentirnos atraídos por
aquello que no tiene luz, o sea lo malo. La codicia de los ojos, nuestros ojos
tienden a sentirse atraídos por la sensualidad, la belleza y aquello que no
poseemos. La arrogancia de la vida, la vida natural es arrogante en si misma
pues solo busca la autosatisfacción personal por encima de todo. Estos tres
aspectos encierran lo que hay en el mundo, vanidad de vanidades, sentimientos
que no pueden ser saciados, que dominan la mente y controlan nuestras acciones
si se lo permitimos.
Todo
lo que hay en el mundo es perecedero, pero no es posible vencer si no obramos
conforme a la voluntad divina, pues solo el que en ella permanece es eterno.
Los
anticristos ya han surgido en el mundo muchos, todo aquel que se opone a la
voluntad de Dios lo es, el que ellos surjan es solo un llamado a nuestras
conciencias para estar alertas.
Muchos
de estos anticristos salieron de aquellos que decían ser parte del pueblo de
Dios, pero en realidad nunca lo fueron. Todo aquel que pertenece a Cristo ama a
su familia y permanece con ella. Su salida solo comprobó que nunca
pertenecieron a Dios.
Aquel
que ha experimentado el obrar de la verdad en su corazón ha recibido junto con
ella la unción de Cristo, un ungimiento que le separa de la maldad, de la
mentira y el engaño para que pueda conocer por sobre todo ello la verdad.
Si
has nacido de nuevo la verdad se ira revelando a tu corazón en la medida en que
te entregas a Dios, junto con ello podrás discernir aquello que es falso y que
no nos edifica.
Si
negamos al Hijo de seguro no tenemos al Padre, porque su esencia se revela en
el Hijo, y quien reconoce al Padre tarde o temprano ha de reconocer al Hijo
pues el que tiene al Padre tiene al Hijo y el que tiene al Hijo tiene al Padre,
pues solo son dos estados de la unidad.
No
existe mayor, ni mejor promesa que esta, quien puede sino Dios darnos vida
eterna, el mundo la busca, la desea, pero ella solo es posible a través del
Hijo y el Padre.
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