miércoles, 10 de mayo de 2023

Un momento... Someternos a Dios

 


UN MOMENTO CON DIOS
Someternos a Dios

“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras!

¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: ¿El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.

(Santiago 4. 1 – 10)

Cuando alguien caprichoso, quiere algo, hace todo para conseguirlo, si es un niño, llora, patalea, se tira al suelo.
A esa forma de enfrentar las cosas, debemos sumarle, la ambición de poder, el creerse superior a los demás, el desinterés por la vida propia y menos por la del prójimo, que trae muchas veces como resultado la violencia.
Como se enseña en pedagogía, la violencia es el resultado de la impotencia, se recurre a ella cuando no hay otra respuesta, cuando las respuestas alcanzadas no sirven o cuando analizando el argumento que uno tiene para esgrimir, parece insuficiente. Entonces, el recurso que parece más válido, en forma equivocada por supuesto, es la violencia.
Si tan solo nos diéramos cuenta, que luego de la violencia, llega de una manera u otra el diálogo, el acuerdo, dado que de alguna manera hay que continuar. Si lo viéramos de esta manera, empezaríamos por el final y dialogaríamos al principio.
Este pasaje nos dice que las guerras y las peleas nacen en el corazón humano, en sus malos deseos. También por querer algo que otro tiene y dado que no lo pueden tener de otra forma, se hace la guerra para conseguirlo. 
Generalmente, los argumentos para la guerra no empiezan en la persona que comienza el enfrentamiento, sino que presenta al otro como culpable y la violencia como el único camino posible a seguir.
Que sabio es Dios, dado que él mira lo profundo del corazón y la mente humana. Así se da cuenta, que el origen está en la propia maldad humana, por no quererse a sí mismo, no aceptar como se es, no estar conforme con lo que tiene o por siempre desear lo que otro tiene, no importando el precio a pagar para conseguirlo.
Pero, no solo el hombre ha perdido el rumbo entre pares, hombres frente a hombres, sino que se ha olvidado de Dios.
Dios nos está diciendo aquí, que no tenemos aquello que deseamos, porque no se lo hemos pedido a Él, y que, si lo hemos hecho, lo hicimos mal. En el fondo, muchas veces pedimos para satisfacer nuestros malos deseos, pero estamos lejos de la voluntad de Dios.
También nos habla aquí de la amistad con el mundo, o sea, el amigarnos con la forma de pensar, más bien común, de decidir y vivir alejados de Dios. No se refiere, con la palabra mundo, a las personas o cosas materiales, sino lo que está detrás, lo que mueve al mundo por fuera de la voluntad de Dios.
Por eso, Él nos dice aquí, que cualquiera que adopte esta forma de pensar o se amiga con esta forma de hacer las cosas, se hace enemigo de Dios, dado que desconoce su Señorío y pasa por encima de su voluntad, para conseguir por sí mismo lo que quiere y quitar a su vez lo que Dios ha dado a otro.
Nos dice además que si nos aferramos a Él, a Dios, y vivimos en consecuencia, nuestra mala manera de pensar y obrar se alejará de nosotros y podremos pensar y obrar como Dios quiere y comprobar así que la voluntad de Dios es adorable y perfecta.
Podremos amar de esa manera lo que tenemos y a nosotros mismos, pero lo principal, es que amaremos a Dios por sobre todas las cosas.
Si buscamos a Dios en primer lugar, todo lo demás viene por añadidura. Seamos sensibles delante de Él, dejemos que Él abra la puerta y así, no solo tendremos lo que necesitamos, sino que seremos felices con ello.
Dios quiere lo mejor para nosotros, confiemos en Él y lo comprobaremos.

Dios les bendiga abundantemente.

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