UN
MOMENTO CON DIOS
Llevando
nuestros temores a Dios
Mirando las estrellas, leyendo día y noche la Ley, reflexionando sobre Dios y sus
tratos con Israel, David tuvo una visión de la adoración verdadera a Dios que
trascendió a cualquier otro rey.
De
David fue el deseo de edificar un lugar de adoración a DIOS. No lo construye
él, pero aporta todo lo necesario para el éxito de la edificación, que asumiría
su hijo, Salomón.
Más de 12 años mediaron entre la unción real de David para gobernar Israel, y
su reinado a los 30 años en Hebrón. Sus años de fugitivo, huyendo de Saúl,
fueron un proceso purificador.
De ello aprendemos que, si queremos que Dios haga algo con nosotros, es
necesario atravesar esos períodos "oscuros". Crisis internas,
confrontaciones con los propios conceptos de Dios, y demás problemas
personales, pueden hacernos sentir que estamos en un túnel.
La oscuridad es total a menos que decidamos que Dios nos ilumine, y sea nuestra
luz, como lo decidió David.
David vivió crisis intensas. Analizando su vida, encontramos que enfrentar a
Goliat fue su más fácil batalla.
David tuvo que tratar con graves problemas con sus hijos, uno de ellos abusó de
una de sus hijas, para luego ser asesinado por Absalón, él mismo traicionó a su
padre posteriormente.
Conspiraciones, traiciones, eran parte de la vida de David. No faltaron en su
vida los errores, los desaciertos, y el pecado.
A pesar
de todas esas cosas, y la persecución por los enemigos, David confiaba en Dios.
David
sabía por experiencia lo que significaba esperar al Señor.
Esperar
en Dios no es fácil. A menudo parece que no está respondiendo a nuestras
oraciones o que no comprende la urgencia de nuestra situación.
Esa
clase de pensamiento implica que DIOS no lleva las riendas o que no es justo.
El
temor es una sombra negra que nos envuelve y finalmente nos aprisiona dentro de
nosotros mismos. Cada uno de nosotros hemos sido prisioneros del temor en un
momento dado, temor al rechazo, a ser mal interpretados, a la inseguridad, a la
enfermedad e incluso a la muerte.
Pero se
puede vencer el temor por medio de la luz libertadora del Señor que nos da
salvación.
Si
queremos disipar la oscuridad del temor en nuestra vida, recordemos junto con
el salmista que el Señor es nuestra luz y nuestra salvación.
¡Vale
la pena esperar en Dios!
La
confianza en el Señor vence el miedo: “Jehová es la fortaleza de mi vida”.
La fe en el Señor, echa fuera el temor: “Mi corazón no temerá”.
La fortaleza en el Señor, vence a los enemigos. La dependencia en el Señor,
evita el desamparo.
La
seguridad en el Señor, alienta el corazón: ¡Sí, espera en Jehová!
Dios
les bendiga abundantemente.
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