miércoles, 24 de mayo de 2023

Un momento... Dios perdona nuestros pecados

 


UN MOMENTO CON DIOS

Dios perdona nuestros pecados

 “Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado, bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad y en cuyo espíritu no hay engaño”.  (Salmo 32. 1 – 2)

Este es un salmo de bienaventuranza, y normalmente se cantaba en el día de expiación. El día de expiación era una fecha especial para el pueblo judío, hasta podríamos decir un día solemne. 

En ese tiempo el sumo sacerdote tenía el permiso de Dios para entrar en el lugar santísimo y celebrar un acto de expiación, en primer lugar, ofreciendo sacrificios de expiación por sus propios pecados, y a continuación otro sacrificio por los pecados del pueblo.

Para entender mejor el pasaje, sería conveniente analizar con detenimiento las palabras de este salmo que comienza con la expresión bienaventurado. Y lo primero que se debería conocer es a la persona bienaventurada, y el pasaje lo explica.

La lectura no dice que el bienaventurado sea el que se considere justo a sí mismo. Porque debemos recordar que DIOS dice que no hay justo ni aun uno.

(Romanos 3.10)

Esto está en concordancia con las palabras del mismo Señor Jesucristo.

Él dijo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. (Lucas 5.32)

De manera que si alguno se considera justo delante de Dios, el mensaje de la Palabra no le puede ofrecer nada, porque la invitación es para los que sienten la carga de sus pecados, para aquellos que se consideran transgresores de la ley de Dios.

Por eso el salmo sigue diciendo: bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada.

Ahora, debemos resaltar, además, que la bienaventuranza tampoco es para aquel que oculta su pecado. Existe una tendencia natural en el ser humano de ocultar su pecado, de disfrazar o disimular su error.

El mismo salmista, el rey David quien es el autor del salmo que hemos leído, él en algún momento intentó ocultar su pecado y no le fue nada bien; primeramente, disimuló su error, luego esto lo llevó a la mentira y finalmente al crimen.

Y por causa de esta mentira, su corazón perdió la paz, y el verdor de su alma se volvió en sequedades de verano.

Por eso en sus palabras nos deja ver que no es bienaventurado el que sabe disimular su pecado, no es dichoso el que encubre su maldad poniéndole una cubierta de religiosidad.

El sabio Salomón escribió en uno de sus proverbios: “El que encubre su pecado no prosperará”.  (Proverbios 28.13)

Tampoco dice que sea bienaventurado aquel que quiera pagar su deuda a Dios. Aunque parezca mentira, hay personas que creen poder pagar a Dios el precio de su salvación.
Como el joven rico del evangelio de Marcos: “Todo esto lo he cumplido desde mi juventud, ¿qué más me falta?” (Marcos 10.20)

 

Aquí se llama bienaventurado, a aquel, que en primer lugar ha escapado del castigo, porque el que confiesa y se aparta alcanza misericordia.

Dios quiere perdonar a los pecadores. El perdón ha sido siempre parte de su naturaleza amorosa.

Estos versículos hablan de las diferentes acciones que expresan el perdón de Dios: perdona la transgresión, cubre el pecado, no nos inculpa de pecado. Pablo citó estos versículos en Romanos 4.7- 8 y mostró que podemos tener la misma experiencia gozosa de perdón por medio de la fe en Cristo.

A aquellos cuya iniquidad les ha sido perdonada, se les promete toda clase de bendiciones.

Si confesamos nuestros pecados a Dios y nos arrepentimos, y si recibimos a Jesús en nuestro corazón, seremos personas bienaventuradas. Caminemos este día tomados de la mano de Dios.

Dios les bendiga abundantemente.

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