UN
MOMENTO CON DIOS
Dios
perdona nuestros pecados
Este es un salmo de bienaventuranza, y normalmente se cantaba en el día de
expiación. El día de expiación era una fecha especial para el pueblo judío,
hasta podríamos decir un día solemne.
En ese
tiempo el sumo sacerdote tenía el permiso de Dios para entrar en el lugar
santísimo y celebrar un acto de expiación, en primer lugar, ofreciendo
sacrificios de expiación por sus propios pecados, y a continuación otro
sacrificio por los pecados del pueblo.
Para
entender mejor el pasaje, sería conveniente analizar con detenimiento las
palabras de este salmo que comienza con la expresión bienaventurado. Y lo
primero que se debería conocer es a la persona bienaventurada, y el pasaje lo
explica.
La
lectura no dice que el bienaventurado sea el que se considere justo a sí mismo.
Porque debemos recordar que DIOS dice que no hay justo ni aun uno.
(Romanos
3.10)
Esto
está en concordancia con las palabras del mismo Señor Jesucristo.
Él
dijo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”.
(Lucas 5.32)
De manera
que si alguno se considera justo delante de Dios, el mensaje de la
Palabra no le puede ofrecer nada, porque la invitación es para los que
sienten la carga de sus pecados, para aquellos que se consideran transgresores
de la ley de Dios.
Por eso
el salmo sigue diciendo: bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido
perdonada.
Ahora,
debemos resaltar, además, que la bienaventuranza tampoco es para aquel que
oculta su pecado. Existe una tendencia natural en el ser humano de ocultar su
pecado, de disfrazar o disimular su error.
El
mismo salmista, el rey David quien es el autor del salmo que hemos leído, él en
algún momento intentó ocultar su pecado y no le fue nada bien; primeramente,
disimuló su error, luego esto lo llevó a la mentira y finalmente al crimen.
Y por
causa de esta mentira, su corazón perdió la paz, y el verdor de su alma se
volvió en sequedades de verano.
Por eso
en sus palabras nos deja ver que no es bienaventurado el que sabe disimular su
pecado, no es dichoso el que encubre su maldad poniéndole una cubierta de
religiosidad.
El
sabio Salomón escribió en uno de sus proverbios: “El que encubre su pecado no
prosperará”. (Proverbios 28.13)
Tampoco
dice que sea bienaventurado aquel que quiera pagar su deuda a Dios. Aunque
parezca mentira, hay personas que creen poder pagar a Dios el precio de su
salvación.
Como el joven rico del evangelio de Marcos: “Todo esto lo he cumplido desde mi
juventud, ¿qué más me falta?” (Marcos 10.20)
Aquí se
llama bienaventurado, a aquel, que en primer lugar ha escapado del castigo,
porque el que confiesa y se aparta alcanza misericordia.
Dios
quiere perdonar a los pecadores. El perdón ha sido siempre parte de su
naturaleza amorosa.
Estos
versículos hablan de las diferentes acciones que expresan el perdón de Dios: perdona
la transgresión, cubre el pecado, no nos inculpa de pecado. Pablo citó estos
versículos en Romanos 4.7- 8 y mostró que podemos tener la misma experiencia
gozosa de perdón por medio de la fe en Cristo.
A
aquellos cuya iniquidad les ha sido perdonada, se les promete toda clase de
bendiciones.
Si
confesamos nuestros pecados a Dios y nos arrepentimos, y si recibimos a Jesús
en nuestro corazón, seremos personas bienaventuradas. Caminemos este día
tomados de la mano de Dios.
Dios
les bendiga abundantemente.
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