UN
MOMENTO CON DIOS
La
respuesta es Dios
El temor se apodera de los habitantes de diversas regiones, epicentros de terremotos,
sumanis y diversos fenómenos meteorológicos.
Y esto es sólo principio de dolores (Mateo 24. 8) entonces, ante el peligro
inminente, ¿Qué haremos? ¿Cuál será nuestro refugio? ¿Dónde estaremos seguros?
La respuesta es clara para todo cristiano: Dios.
En DIOS estamos seguros y confiados, pues Él cuida a los que le aman, y esta
promesa la encontramos en diversos pasajes bíblicos, y resulta especialmente
ilustrativo el pasaje que encontramos en el Salmo 91. 1.
¿Quiénes
son los que habitan al abrigo del Altísimo? Los que han recibido a Jesús como único Señor
y Salvador de sus vidas, es decir, los que han sido hechos hijos de Dios (Juan
1. 12)
No
todos los seres humanos están bajo su cobertura, y aunque Él tiene sus brazos
abiertos para recibir a todos, así y todo, muchos no quieren venir a Él para
tener vida (Juan 5. 40)
“Diré
yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.”
La declaración del salmista revela su fe en el Dios que ofrece un refugio
seguro como un castillo. Es una convicción que sólo los escogidos de Dios
poseen.
“Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te
cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No
temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande
en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya.”
Dios es capaz de resguardar a sus hijos de todos los temores que nos pueden
afectar, incluyendo lazos o trampas de malhechores, pestes, guerras,
pestilencias y mortandad, tal cual estamos presenciando por estos días. Su
verdad actúa como escudo protector, y su palabra es verdad, y la verdad es
Jesucristo (Juan 14. 6)
“Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegará. Ciertamente
con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos.”
Podrán caer muchos a nuestro alrededor, sin embargo, DIOS guardará a los suyos,
tal como DIOS libró a su pueblo Israel en medio de las plagas de Egipto. Con
nuestros ojos veremos el pago de los obradores de maldad.
“Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación”
¿Por qué Dios habría de librarnos? La respuesta está en este versículo: Porque
nuestra esperanza no está en los hombres, ni en el dinero, ni en nuestras capacidades
personales; sino sólo en DIOS. Además, hemos permitido al Altísimo que haga
morada en nuestro corazón, pues hemos recibido al Espíritu Santo, el cual mora
en nosotros, y nuestro cuerpo es su habitación y su templo (1 Corintos 3. 16)
Si alguno no pone toda su confianza en Dios, ni tampoco ha hecho de su cuerpo
templo de su Espíritu, no puede recibir su protección.
“No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará
acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para
que tu pie no tropiece en piedra.”
Como espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán
herederos de la salvación (Hebreos 1. 14), los ángeles se encargarán de
resguardar nuestras vidas, alejando muchos peligros. (Salmo 34. 7)
¿Queremos
un buen guardaespaldas? Temamos a Dios y lo tendremos.
“Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón.”
Dios ha puesto toda potestad a los pies de su hijo Jesucristo, y por Él
nosotros somos más que vencedores ante toda fuerza del diablo.
Por
Cristo, hemos recibido potestad por sobre toda fuerza del enemigo y nada nos
dañará (Lucas 10. 19)
“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto,
por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él
estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga
vida,
y le mostraré mi salvación.”
Ahora es Dios el que toma la palabra y nos promete ponernos en alto, otorgarnos
respuesta a nuestras peticiones (Juan 14. 14), su compañía en momentos de
aflicción y salvarnos de todo mal.
Finalmente
veremos la salvación de Dios, y todo esto por cuanto pusimos todo nuestro amor
en Él, nuestra confianza y fe en Él, y le recibimos para que hiciese morada en
nosotros.
Dios les bendiga abundantemente.
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