jueves, 18 de mayo de 2023

Un momento... Sed de Dios

 


UN MOMENTO CON DIOS

Sed de Dios

 

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?”  (Salmo 42. 1, 2)

 

Cuando el ciervo jadeante, que suele aplacar su sed en los remansos y en los riachuelos, no encuentra dónde saciarla, emite bramidos sonoros que resuenan en el bosque como clamores desesperados. No sabemos si lo hace sólo para expresar su angustia, o si lo hace para comunicarse con otros animales de su misma especie que podrían venir en su ayuda para guiarlo a donde ellos han abrevado su sed.

De manera semejante, y con similar ansiedad, clama el alma del salmista, por Dios.

¿Por qué ha escogido el salmista al ciervo como figura para expresar sus sentimientos?

El ciervo es conocido por cuatro características. El ciervo es un enemigo acérrimo de las serpientes y está en guerra constante con ellas. Cuando es perseguido por los cazadores sube a lo más alto de las montañas lo más rápido posible.

Finalmente, cuando está cansado de su combate con las serpientes, o de su huida a las montañas, o de ayudarse unos a otros, los ciervos se refrescan bebiendo grandes cantidades de agua.

Esta imagen, el salmista la compara con aquel que busca a Dios.

“Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?”

Con esta declaración osada, el salmista reconoce cuál es la necesidad más profunda del ser humano que ha sido creado por Dios para amarlo. Para el que ha saboreado la intimidad con Dios, todo otro bien del que pueda gozar es insípido y vano.

Gozar de la comunión con un Dios que no está muerto como los ídolos inertes, sino que está más vivo que un ser humano, pues es la fuente de la vida; porque responde a nuestros anhelos y peticiones, es la mayor dicha que se puede experimentar en la tierra.

¿Y por qué toma la sed como imagen de sus ansias? Porque no hay sensación de carencia más fuerte y dolorosa que la sed, mucho peor que el hambre. Por eso los salmos la utilizan con frecuencia para expresar el ansia que el hombre tiene de Dios.

Jesús provee la respuesta a esa ansia en términos inequívocos: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (Juan 7. 37, 38)

Dejar de tener sed es morir espiritualmente, no debemos permitir que nada disminuya el profundo deseo por las cosas de Dios. Hay que cuidarse de las ansiedades de este mundo, de las aspiraciones por las cosas terrenales, y de los placeres que reprimen el hambre y la sed de Dios, y el deseo de buscar Su rostro en oración.

Debemos orar para fortalecer nuestro anhelo por la presencia de Dios, para que sea mayor el amor por la plena manifestación del Espíritu Santo. Para que se profundice la pasión por la plenitud del Reino y la justicia de Cristo, hasta el punto que se clame día y noche con una sed genuina y profunda.

¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? expresa el deseo de estar en la presencia de Dios. Y decir como David en el salmo 27: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré: Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” (v. 4)

Dios les bendiga abundantemente.

 

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