domingo, 28 de octubre de 2018

Leyendo... Oseas capítulo 9



LECTURA DIARIA:
Oseas capítulo 9

Los líderes de Israel oscilaban entre las alianzas con Egipto y las alianzas con Asiria.
Oseas estaba diciendo que ambas estaban mal. El romper una alianza con la traidora Asiria y luego correr en busca de ayuda con el igualmente traidor Egipto ocasionaría la destrucción de Israel. Su única esperanza era regresar a Dios.
Aquí el profeta se concentra sobre el juicio anunciado previamente: que Israel regresará a Egipto, y su efecto sobre los festivales de Israel. Oseas le dice a la gente: No te regocijes como otros pueblos (como lo has estado haciendo). Aunque se salgan con la suya por más tiempo, no lo lograrán, porque te has prostituido apartándote de tu Dios, el Dios que se les reveló, los sacó de la tierra de Egipto, que les mostró cómo vivir, etc. Te has ido tras otros dioses, actuando como una prostituta, especialmente en las eras del grano, donde tenían lugar ciertas celebraciones religiosas.
El profeta comenta después que sus eras y lagares (que servían para una función similar) no les darán causa ninguna para celebrar. Ni los alimentarán; el vino nuevo les fallará, dando la promesa de un año venidero magro y sin regocijo.
De hecho, el pacto de Jehova con ellos será roto.
El vino será tan escaso que no harán libación de vino, es decir, cantidades de vino ofrecidas a Jehovah junto con otros sacrificios. Ni sus sacrificios le serán gratos porque son inmundos y no pue den ofrecerlos en la manera correcta. Cuando coman un sacrificio será como comer en un duelo. La comida no servirá para propósitos religiosos: simplemente satisfará su hambre .
Entonces el profeta los desafía con una pregunta retórica: ¿Qué haréis en el día del festival? La respuesta es obvia: no hay nada que valga la pena hacer. Oseas comenta entonces que aunque escapen de la destrucción huyendo a Egipto (Menfis está en el norte de Egipto), ellos morirán allí.
Después de una breve repetición de advertencia del juicio que vendrá, Oseas cambia de tema. Israel está tan inmerso en el pecado y tan hostil al Dios verdadero que los que hablan fielmente sus palabras son considerados como necios y locos.
Sin embargo, el pueblo no lo acepta callado. Reaccionan contra el profeta.
Oseas hace una oración previó la destrucción que los pecados de Israel habían traído consigo. Esta visión del destino terrible de Israel lo movió a orar para que las mujeres no se embarazaran y los niños murieran como infantes para que no experimentaran el tremendo sufrimiento y dolor que les esperaba.
En Gilgal comenzó tanto el fracaso religioso como el político. Aquí cambiaron a Dios por ídolos y reyes. Saúl, el primer rey de la nación unificada, fue coronado en Gilgal (2 Samuel 11.15). Pero ya para el tiempo de Oseas, la adoración a Baal había florecido allí.
Oseas describe a Israel en su primer período como nación, en el desierto, es decir, durante su peregrinar entre el paso del mar Rojo y su entrada a la tierra prometida de Canaán. Dios se deleitó con ellos, como se deleitaría uno al encontrar las primeras uvas e higos de la estación. Pero muy pronto gruñeron y se quejaron contra él. Un incidente apropia do que Oseas escoge como un ejemplo particularmente malo, pero típico de su conducta, es su inmoralidad en Baal de Peor, donde muchos del pueblo se complacieron en conducta inmoral con mujeres moabitas y ofrecieron sacrificios a Baal (Núm. 25:1-5). Se consagraron a la vergüenza significa que se consagraron a Baal, pues a menudo la palabra vergüenza se usa como un substituto del nombre de ese dios.
Esto expresa Oseas su aceptación y aprobación del juicio de Dios. Ahora no está dividido entre su pueblo y su Dios, sino que está completamente al lado del Señor. Es una victoria personal de Oseas que él puede afirmar: “Mi Dios…” (v. 17a). Reconoce que no tener esta entrega personal y total al Señor resulta en un “andar errante” como los del mundo que no conocen a Dios. Romper el pacto es perder la relación con el Dios que da la vida auténtica.

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