miércoles, 10 de octubre de 2018

Leyendo... Daniel capítulo 4



LECTURA DIARIA:
Daniel capítulo 4

 Aunque Nabucodonosor había sido testigo de milagrosas intervenciones de Dios, y atribuía al espíritu de los dioses santos (v. 8) el don dado a Daniel para interpretar sueños, su propio corazón estaba aún lleno de orgullo.
Dios enfrenta a Nabucodonosor con su propio orgullo y la desmesurada exaltación de su reinado, en la visión del frondoso árbol, símbolo del monarca y su dinastía.
El rey había visto un gran árbol que llenaba completamente la tierra; este árbol, un árbol frondoso, de hoja perenne, proveía sombra, fruta, protección y refugio para todos los que vivían sobre la tierra. Entonces le pidió a Daniel por segunda vez que interpretara su sueño.
El árbol representaba a Nabucodonosor. Había crecido, se había hecho fuerte y se había engrandecido. Él era el gobernante mundial su poder alcanzaba a todo el mundo civilizado de su época. O sea que en este pasaje se presentó una imagen personal del rey Nabucodonosor, y también una imagen de su dominio. El árbol (o sea Nabucodonosor) iba a ser cortado, pero no iba a ser rechazado completamente. Nabucodonosor tendría que vivir como las bestias del campo y entre ellas por 7 años, y él ni siquiera iba a reconocer quien era.
Cuando Daniel comprendió el sueño de Nabucodonosor, se quedó pasmado.
Si bien el mundo entero pensaba que Nabucodonosor era un rey poderoso (hasta divino), Dios demostró que era un hombre común. Dios humilló a Nabucodonosor para demostrar que El, no Nabucodonosor, era el Señor de las naciones.
Daniel le imploró al rey que cambiara, y Dios le concedió doce meses para que lo hiciera. Tristemente, no hubo arrepentimiento en el orgulloso corazón de este rey, y el sueño se cumplió.
Mientras el rey se vanagloria de su omnipotencia, el juicio profetizado por Daniel cae sobre él. Se enferma, comienza a vivir como un animal, y es expulsado del seno de aquella sociedad sobre la cual ejercía su autoridad.
Nabucodonosor no sostuvo una relación personal duradera con Dios lo que se destaca es su reconocimiento de la soberanía de Dios por encima de su propia autoridad.

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