domingo, 22 de abril de 2018

Leyendo... Isaías capítulo 8





LECTURA DIARIA:
Isaías capítulo 8

Isaías vuelve al tema del juicio contra Siria e Israel. Por medio de una biografía profética, el Señor hace énfasis en que Asiria pondrá fin al asedio de Judá.
Dos testigos se requerían según la ley. Parece que Urías era el jefe de los sacerdotes, y Zacarías el suegro del rey Acaz, el cual representaba a la alta jerarquía.

Isaías se unió a una profetiza, por lo que se convirtió en mujer de Isaías. El nombre que se le puso al primer hijo constituía una profecía de que pronto Asiria saquearía a Siria e Israel, enemigos de Judá.
Los versículos siguientes predicen la caída de Siria e Israel. Siria cayó ante Asiria en 732 a.C. e Israel la siguió en el año 722 a.C. Isaías colocó su mensaje en una tabla en un lugar público con letras grandes para que todos lo leyeran. Dios quería advertir a todo su pueblo.
Debido a que Judá rechazó la protección amorosa de Dios al buscar la ayuda de otras naciones, Dios la castigaría. Vemos dos atributos distintos de Dios: amor e ira. Olvidar su amor y dirección trae como resultado el pecado y provoca su ira.
A pesar del juicio que ha emitido, Dios advierte a las naciones, aun a aquellas que como Asiria fueron utilizadas como instrumentos del juicio divino, que los hebreos son su pueblo y que su futuro está en sus manos.
Dios le asegura a Isaías que él se halla en medio de estos acontecimientos, a pesar de que un enemigo de Israel está siendo usado para juzgar a su pueblo. Ello le pareció al pueblo una conspiración; de hecho, se trataba de un plan de Jehová de los ejércitos.
Transcurrirían unos 13 años antes que se cumplieran las palabras de Isaías. Mientras, debió aferrarse a su profecía, en tanto el escarnio público lo identificaba con los espiritualistas paganos,
Isaías decidió esperar en Dios, aunque El «escondió su rostro de la casa de Jacob». Pasaron setecientos años para que se cumplieran muchas de las profecías que el Señor dio mediante los profetas, otras aún siguen sin cumplirse.
El pueblo consultaría a los encantadores y adivinos para buscar respuestas de los muertos, en vez de consultar al Dios viviente. Solo El conoce el futuro y solo
La gente de Judá clamaba burlonamente por un profeta «real» que fielmente proclamara las verdades de la ley y el testimonio.
Después que rechazaron el plan de Dios, el pueblo de Judá lo culparía de sus tribulaciones. La gente culpa continuamente a Dios por los problemas que se busca.


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