lunes, 16 de abril de 2018

Leyendo... Isaías capítulo 2




LECTURA DIARIA:
Isaías capítulo 2

Dios le otorgó a Isaías el don de ver el futuro. Dios muestra a Isaías lo que a la larga le sucedería a Jerusalén. Apocalipsis 21 describe el glorioso cumplimiento de esta profecía en la nueva Jerusalén, donde se les permitirá entrar solo a los que sus nombres aparezcan escritos en el libro del Cordero. Dios hizo un pacto (promesa) con su pueblo y nunca lo quebrantará. La fidelidad de Dios nos da esperanza para el futuro.

Aquí se habla de un futuro maravilloso de paz, cuando instrumentos de guerra se convertirán en instrumentos de labranza. Cuando se nos enseñarán las leyes de Dios y las obedeceremos. Sabemos que un día Dios quitará todo el pecado que ocasiona guerras, conflictos y otros problemas. Aun así no debemos esperar para obedecer a Dios. A Judá y a nosotros se nos habla en el versículo 5, debemos caminar a la luz de Dios ahora. Aunque nos aguarda nuestra recompensa eterna, ya podemos disfrutar de los muchos beneficios de la obediencia a medida que aplicamos la Palabra de Dios a nuestras vidas.
Este capítulo habla también de un juicio de Jehová contra los soberbios.
Tan desobediente e idólatra había llegado a ser la mayoría en Samaria que Dios tuvo que abandonarla. El profeta urgió al Señor a no perdonar a sus habitantes, porque no tenían remedio. El pueblo seguía prácticas del Imperio Asirio.
Bajo el reinado de los reyes malvados, la idolatría floreció en Israel y en Judá. Unos pocos reyes buenos en Judá la detuvieron durante sus reinados.
Este pasaje vincula el castigo que la historia reservaba a Judá (586 a.C.), con el juicio general de Dios en la historia, cuya culminación está representada por el juicio final en el día de Jehová de los ejércitos.
Las torres altas eran parte de la defensa de una ciudad o nación. Esta frase se refiere a la seguridad basada en fortalezas militares. “Naves de Tarsis” ilustran prosperidad económica. Nada es comparable con Dios ni digno de ocupar el lugar que Él debe tener en nuestros corazones. Depositar nuestra esperanza en otra cosa no es más que un falso orgullo. Confíe solo en Dios.
 “Cuyo aliento está en su nariz” se refiere a la mortalidad del ser humano. Las personas están muy limitadas en comparación a Dios. No son confiables, son pecadoras y cortas de vista. A menudo confiamos vida y futuro más rápidamente a seres humanos mortales, en vez de confiar en el Dios que todo lo sabe.

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