lunes, 9 de mayo de 2016

Leyendo... Génesis capítulo 8


LECTURA DIARIA:
Génesis capítulo 8

Toda la humanidad, salvo Noé y su familia, estaban ahora muertos, de modo que el acordarse Dios de Noé, fue el retorno de su misericordia a la humanidad, a la cual no había exterminado por completo.

Dios envió el viento para secar la tierra y selló sus aguas, como la tierra no fue anegada en un día, tampoco se secó en un día.
Noé envió a un cuervo del arca que siguió volando y no volvió. Luego Noé envió una paloma que volvió, la primera vez, sin buena noticia; pero la segunda vez, trajo en su pico una hoja que había arrancado de un olivo, mostrando simplemente que los árboles, los frutales, empezaban a aparecer sobre el agua. La segunda vez Noé envió la paloma a los siete días de la primera, y la tercera vez fue también a los siete días.
Por tercera vez Noé envió una paloma para ver si la tierra estaba seca, pero esta vez no regresó. A pesar de eso, Noé no salió del arca hasta que Dios se lo mandó. Estaba esperando el momento que Dios señalaría.
Dios había dicho a Noé cuando vendría el diluvio, aunque no le dio una revelación detallada de los tiempos y pasos por los cuales terminaría. El conocimiento de lo anterior era necesario para la preparación del arca, pero el conocimiento de lo último hubiera servido sólo para satisfacer la curiosidad; el ocultárselo ejercitaría su fe y paciencia.
Recién cuando Dios se lo dijo, Noé salió y se encontró con un mundo desolado, aún así, no se preocupó, lo primero que hizo fue edificar un altar para Dios. Empieza bien quien empieza con Dios. Servir a Dios con lo poco que tenemos es la manera de hacerlo crecer; nunca debemos pensar que es desperdicio aquello con que honramos a Dios. La primera cosa hecha en el nuevo mundo fue un acto de adoración.
Dios se sintió bien agradado con lo que Noé hizo.
El diluvio eliminó la raza de hombres malos, pero no quitó el pecado de la naturaleza del hombre, que siendo concebido y nacido en pecado, piensa, imagina y ama la maldad, aun desde su juventud, y tanto antes como después del diluvio. Pero Dios por gracia declaró que nunca anegaría de nuevo al mundo. Mientras permanezca la tierra, y el hombre en ella.

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