lunes, 16 de mayo de 2016

Leyendo... Génesis capítulo 15


LECTURA DIARIA
Génesis capítulo 15

Este es uno de los más importantes capítulos del Antiguo Testamento porque describe el pacto de Abraham, un pacto que finalmente se consumó en Jesucristo.

Dios aseguró a Abram la seguridad y la felicidad; que estaría siempre a salvo. “Yo soy tu escudo”; o, Yo soy para ti un escudo, presente contigo, que te cuido en forma muy real.
La consideración de que el mismo Dios es y será un escudo para su pueblo, para asegurarlo de todos los males, un escudo dispuesto para ellos y un escudo alrededor de ellos. Abram debía silenciar todos los temores que atormentaban y confundían su vida.
Abram se queja ante Dios que no tenía hijos; que probablemente nunca iba a tener uno; que la falta de un hijo era un problema tan grande para él que le quitaba todo consuelo.
Dios dio a Abram la promesa expresa de un hijo, le prometió una descendencia tan numerosa e incontable como las estrellas del cielo.
Y Abram creyó a Dios, la fe de Abram es un acto de entrega personal a Dios y de plena confianza en su promesa
La justicia que Dios le reconoce a Abraham depende enteramente de la fe, y no de las obras de la Ley, pues esta aún no había sido promulgada.
Abram buscó confirmación y seguridad de estar haciendo la voluntad de Dios y buscó los animales para el pacto.
Partió por la mitad las bestias, conforme a la ceremonia acostumbrada para sellar los pactos.
Habiendo preparado todo conforme a lo señalado por Dios, se puso a esperar la señal que Dios pudiera darle.
Un sueño profundo cayó sobre Abram, con este sueño cayó sobre él el horror de una gran oscuridad: un cambio súbito. Los hijos de la luz no siempre andan en la luz. Entonces se le anunciaron varias cosas.
El sufrimiento de la simiente de Abram por largo tiempo. Serían extranjeros. Los herederos del cielo son extranjeros en la tierra. Serían siervos; pero los cananeos servirían bajo maldición, los hebreos servirían bajo una bendición. Ellos sufrirían. Quienes son bendecidos y amados de Dios a menudo son afligidos gravemente por los hombres perversos.
También se anuncia el juicio de los enemigos de la simiente de Abram. Aunque Dios puede permitir que perseguidores y opresores pisoteen a su pueblo por largo tiempo, ciertamente se las verá con ellos al fin.
Pero se anuncia el gran suceso, la liberación de la simiente de Abram de Egipto.  Su feliz asentamiento en Canaán. Ellos volverían de nuevo a Canaán.
Dios era quien prometía; la promesa divina era unilateral, incondicional, sin que en este poderoso pacto se requiriera nada de Abram. Abram simplemente creyó.

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