viernes, 27 de mayo de 2016

Leyendo... Génesis capítulo 26



LECTURA DIARIA:
Génesis capítulo 26

En el Medio Oriente no eran inusual las hambrunas, las cuales eran causadas generalmente por sequías de un año o más de duración.  Isaac enfrentó una de estas hambrunas en la Tierra Prometida.

Décadas antes, Abraham había pasado por circunstancias similares.
Lo más probable es que Isaac se vio tentado a hacer lo mismo que su padre Abraham.  En tiempos de hambruna, muchos descendían a Egipto, porque ellos contaban con la constante fuente de agua del río Nilo.  Sin embargo, Dios se le apareció a Isaac, y le dijo que no descendiera a Egipto.  En medio de esa advertencia, el Señor le reveló algo aún más importante, el propósito de su vida.
Esta fue la primera experiencia personal de Isaac con Dios.  Antes era el “Dios de su Padre”, pero ahora ya podía decir que era también “el Dios de Isaac”. 
No sólo eso, sino que le confirmó personalmente el Pacto que había hecho con Abraham, el cual era un pacto multi generacional.  
La bendición para Isaac y para su descendencia estaba en esa tierra.  Su herencia no estaba en Egipto ni en ninguna otra tierra más que en Canaán. 
En ese momento ellos vivían allí como extranjeros, pero llegaría el momento en que el Señor entregaría la Tierra Prometida a sus descendientes. El Señor también le prometió que su simiente traería bendición a todas las naciones de la tierra.
Aunque Abraham descendió a Egipto, él aprendió la lección y no volvió a regresar.  El aprendió a no dejarse llevar por las circunstancias, sino a buscar la voz y la dirección del Señor.  El Señor le dijo a Isaac que no descendiera a Egipto, y él oyó y obedeció.
Isaac pasó la primera prueba, pero no la segunda. El cometió el mismo error que había hecho Abraham cuando Abimelec deseó a su mujer Sara (Gen. 20:2). Isaac también mintió diciendo que su mujer era su “hermana”.
Pero, a pesar de su error, de nuevo Dios los protegió abriéndole los ojos a Abimelec, rey de Gerar.
Isaac mintió para poner a salvo su vida, pero tal vez no se dio cuenta que estaba poniendo en riesgo la vida de muchos en el lugar, pues al mentir había abierto la oportunidad para que tomaran a Rebeca.  Pero ella no era soltera, sino casada, y si alguien la tomaba como su mujer, sería pecado, y eso traería maldición a las familias del lugar.
Luego que Dios le confirmara la promesa de tierra y descendencia, Isaac comenzó a sembrar en la tierra y cultivarla. 
Lamentablemente, la prosperidad de Isaac provocó envidia en los pueblos vecinos, y por ello comenzaron a atacarlo. Lo que Isaac hizo fue alejarse de ellos.
Isaac regresó a ver lo que su padre había hecho cavando sus propios pozos.  Para Isaac era muy importante buscar esa fuente de agua.  También en esto Dios lo bendijo, porque lo llevó a descubrir un pozo de aguas vivas: un manantial, lo cual era muy codiciado en esa región.
Cuando Isaac fue a Beerseba, Dios se le volvió a aparecer. Isaac construyó allí un altar e invocó el Nombre del Señor.
Cuando todo parecía ir en paz con Isaac, de repente se le apareció Abimelec acompañado con el jefe de su ejército.  A primera vista parecía una visita amenazante, pero luego aclararon que sus intenciones eran otras.
Abimelec quería llegar a un acuerdo de paz con Isaac, al igual que lo hicieron con su padre Abraham.
Milagrosamente, Dios llevó a que los vecinos ya no tuvieran envidia de Isaac, sino que buscaran la paz con él.  Como confirmación, Dios le envió a Isaac una señal.
“Beerseba” literalmente significa: “Pozo de siete”.  También puede significar “pozo del pacto”, pues un juramento que se declara siete veces era considerado un pacto.

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