UN MOMENTO CON DIOS
La bondad de Dios.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto. El Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. (Santiago 1.17)
Lo que viene de Dios es bueno y perfecto. Dios nunca pudiera producir lo malo porque su naturaleza es buena. Más bien produce muchísimas buenas cosas. Mientras que nosotros tenemos una naturaleza que da origen al pecado, Dios no es así.
¿Por qué trataríamos de satisfacernos con malos deseos que dan por resultado la muerte cuando Dios está derramando todo lo que pudiéramos desear para nuestra satisfacción?
Solo un necio sería atraído
con semejante trampa cuando tiene a su disposición toda la bondad de Dios por
su misericordia.
De igual modo puede compararse
nuestra carne con un pozo de aguas estancadas. Es absurdo creer que pudiéramos
satisfacernos bebiendo de él cuando podemos acudir a la fuente de agua viva
misma que nos da toda buena dádiva y todo don perfecto. La estabilidad de Dios
Santiago llama a Dios "el Padre de las luces", que era una antigua
alusión judía a Dios como el Creador. Santiago escogió ese título porque se
adapta a su ilustración de Dios.
Las luces son el sol, la luna y las estrellas; cuerpos celestes creados por
Dios. Desde nuestra perspectiva, el sol, la luna y las estrellas se mueven,
desaparecen, cambian de forma o varían en intensidad; va y viene su beneficio
para nosotros.
Pero con Dios no hay variación
ni cambio. Dios no cambia de una condición a otra ni varía como las sombras
mientras el sol se mueve. Su brillante luz de gloria y misericordiosa bondad no
palidece. Su gracia nunca se opaca. Primera Juan 1.5 dice: "Dios es luz y
no hay ningunas tinieblas en él". Malaquías 3.6 dice: "Yo Jehová no
cambio".
Nunca decae la misericordia de Dios. Nada puede empañar su bondad ni detener su
benevolencia.
Sabiendo eso, no caigamos en
la trampa de satanás. Más bien recibamos lo bueno que Dios quiere darnos.
Dios les bendiga
abundantemente.
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