UN
MOMENTO CON DIOS
¿Cuánto
mide nuestra fe?
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. (Romanos 8.28)
¿Podemos
afirmar sin temor a equivocarnos que no hemos fallado a Dios, a nuestra
familia, a la iglesia, a nuestra fe, al evangelio aun cuando hayamos estado
pasando momentos de gloria, felicidad, triunfo, fracaso, dolor, rechazo,
oposición y tentación?
La
palabra fidelidad en hebreo es “Hesed”, la misma para lealtad.
¿Qué
significa ser fiel a Dios, la Biblia, el evangelio, las convicciones, la
iglesia y las autoridades espirituales? ¿Qué significa ser fiel y leal en el
matrimonio, en la familia, en las relaciones, en la amistad, los compañeros en
el ministerio? Debemos ser fieles a pesar de los momentos agradables que con
frecuencias nos pueden apartar de Dios o en los desagradables que nos confunden
para no buscar a Dios.
Hay paradojas en la vida del cristiano
que, si no aprendemos su propósito y la relación con el Dios soberano y el plan
de nuestra vida según el programa de Dios, fácilmente llegamos a dudar del amor
de Dios y su interés por nosotros.
Cuando
oramos por largo tiempo sin tener respuesta a pesar de estar en terrible sufrimiento
solemos pensar que a Dios no le interesamos, que posiblemente se ha olvidado de
nosotros y muy poco nos ama.
El reto
es continuar creyendo en Él y Su palabra, Él dice que nos ama con eterno amor,
que somos la niña de sus ojos, su pueblo santo, real sacerdocio, gente santa
comprada con su sangre, y que nada ni nadie puede arrebatarnos de su mano.
Él dio
su vida por nosotros, con mucha más razón, él no pierde el interés en que
nosotros seamos santos como es él, que seamos triunfadores en él, que
demostremos al mundo entero como es él.
Es una realidad natural casi general.
Cuando nos duele la cabeza buscamos un analgésico, cuando el auto se descompone
buscamos al mecánico, cuando tenemos problemas buscamos a un amigo, se terminó
el azúcar acudimos al vecino por ayuda, etc.
Muchas
veces somos incapaces de doblar rodillas y pedir con fe a Dios que Él quite el dolor
de cabeza, repare el auto, resuelva el problema, y nos dé para azúcar.
Dios
hace posible que "todas las cosas", no solo incidentes aislados,
redunden en nuestro bien. Esto no significa que todo lo que nos pasa es bueno.
Lo malo sigue prevaleciendo en nuestro mundo caído, pero Dios es capaz de
cambiar todas las circunstancias a nuestro favor.
Tengamos
presente que Dios no está ocupado en hacernos felices, sino en cumplir sus
propósitos.
Aquellos
que son “llamados”, como dice el versículo, tienen una nueva perspectiva, una
nueva mentalidad en la vida.
Confiemos
en Dios, no en los tesoros de la vida; busquemos su seguridad en el cielo, no
en la tierra; aprendamos a aceptar el dolor y la persecución, no a lamentarlos,
porque Dios está con nosotros.
Dios
les bendiga abundantemente.
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