UN
MOMENTO CON DIOS
El
lenguaje de la fe.
“Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.” (Lucas 5. 4 – 5)
¿Será
que solo algunos pastores, algunos líderes o algunas iglesias son las
privilegiadas para tener fe y desarrollar un lenguaje de fe poderoso como para
experimentar un despertar, un crecimiento, cambios en sus vidas, conversiones e
impacto en medio de la sociedad?
Dios ha
dado a todo cristiano, a todo liderazgo y a toda iglesia esta gracia, la
de creer en Dios, la de confiar, depender y esperar en Dios, la de tener fe en
Dios, solo que algunos no estamos practicando ni usando el lenguaje de la fe.
Tener
un lenguaje de fe asume un precio paralelo que ha de pagarse. Implica vida
de santidad, vida de obediencia, vida de oración, vida de trabajo,
practica de amor, y entrega a Dios y el ministerio.
Aquí
está el meollo del asunto, mejor dicho, aquí está el vacío que
causa la incredulidad cristiana, la esterilidad espiritual, la débil visión y
el poco anhelo por crecer.
Esto lo
comprueba Jesús al señalar a sus doce discípulos que, aunque habían estado
cerca de Jesús más de 3 años, habían escuchado y conocido toda la enseñanza de
Jesús, aunque habían dejado todo por seguir a Jesús, pero si no
creían en la persona y palabras de Jesús, si no tenían fe a tal grado de
caminar en esa dimensión, no podrían hacer lo que Jesús les mando hacer. Jesús
está probando la fe y la capacidad de liderazgo de los discípulos, pero ellos
aún no daban muestra de ser líderes.
La
Biblia ofrece miles de promesas que benefician al pastor, siervo, líder e
Iglesia en general, y lo sabemos muy bien, pero lo más terrible es que no
la creemos.
Este
tipo de incredulidad cristiana y dureza de corazón enfermiza es lo
que impide que impactemos al mundo, crezcamos en Cristo y cumplamos
el deseo de Dios. La incredulidad y dureza de corazón detiene el avance
de la obra de Dios, causa conflictos de toda clase y cede terreno a satanás.
Una
iglesia o una persona guiada por el Santo Espíritu según Colosenses 3.16
“hablarnos unos a otros” tiene compañerismo, amistad, comunión y buena
relación con los demás. Profunda y sincera relación espiritual
entre todos los hermanos es el primer resultado de una iglesia que se somete al
control del Espíritu.
La
segunda demostración de nuestro sometimiento al Espíritu es que por estar en
paz con Dios y los demás, glorificamos a Dios por nuestra adoración que
sale del corazón.
Una
tercera señal de nuestra obediencia al Espíritu es que en sincero
contentamiento damos gracias a Dios en todo y por todo en vez de
quejarnos y murmurar.
Por
último, cuando una persona o una iglesia que se someten a Dios tiene
la facilidad de someterse a los demás en amor.
El
pueblo de Israel no solo creyó a Dios y su Palabra cuando les dijo que, si
daban vueltas alrededor de la ciudad de Jericó, el muro caería y la ciudad
seria derrotada. Dios les había dicho que ya había entregado en sus
manos la ciudad, ellos solo debían creer, caminar en la dimensión de la
fe, actuar en el lenguaje del Espíritu, la fe, y obedecer seguros que el
triunfo era un hecho ya.
¿No
será que nos hace falta caminar en el lenguaje de la fe para que la Iglesia
logre lo que nos hemos proyectado? ¿No será necesario como los
discípulos, creer más en Jesús, sus palabras y promesas, en vez de
dudar y ser incrédulos?
DIOS ya
nos aseguró que en Él todo lo podemos hacer, pero es necesario
creerle, si creerle y quien le cree obedece cada detalle de sus planes
para nosotros.
Dios
les bendiga abundantemente.
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