martes, 20 de septiembre de 2022

Un momento... Acerquémonos confiadamente a Dios

 




UN MOMENTO CON DIOS

Acerquémonos confiadamente a Dios. 

 

“Pero José les dijo: No temáis, ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?” (Génesis 50. 19)

 

Al igual que José, Jacob acabó sus días viendo la fidelidad y el amor de Dios en su vida y la de su familia. El cortejo fúnebre debió haber sido espectacular. Los más altos funcionarios del faraón iban en él rodeados por cientos de carros de guerra de la nación más poderosa de la tierra en esa época.

¡Qué gran despedida para un hijo de Dios y qué gran amor y respeto tenían los egipcios por José!

Una vez enterrado Jacob los hermanos de José pensaron: “Ahora José mostrará su enojo y se vengará por todo el mal que le hicimos… “, así que enviaron un mensajero diciendo que su padre les había dicho antes de morir que le dijeran que los perdonara: “Por eso nosotros, los siervos del Dios de tu padre, te suplicamos que perdones nuestro pecado… “

Para los hermanos de José, ellos eran “los siervos del Dios de tu padre” ¡de alguien más! Tantos años viendo a Jacob relacionarse con el Señor y más ahora teniendo dos ejemplos vivos ante sus ojos de lo que una relación personal con el Señor podía hacer en sus vidas y no podían llamar a Dios su Dios.

Si anhelamos una transformación en nuestra vida y ver cumplir Sus propósitos y promesas en nosotros, no podemos caminar lejos de Él y conocerlo de oídas por lo que otros hablan de Dios.

Algunas personas les dicen a otros, equivocadamente, que les consideran a ellos “más cristianos”: “A ti que te escucha Dios, pídele que…”.

¡Es que Dios nos escucha a todos! Pero no todos estamos dispuestos a pagar el precio de acercarnos a Él, no queremos rendir nuestra vida, darle de nuestro tiempo ni hacerle un espacio en la agenda, ¡pero sí queremos que venga en nuestro rescate y resuelva nuestros problemas!

En su misericordia Dios viene a ayudarnos y salvarnos una y otra vez, pero hay mucho de Él que nos estamos perdiendo al no entrar en una relación con Él y al acercarnos más a pedirle y reclamarle una oración no contestada que a conocer su corazón.

“Pero José les respondió: —No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos?”

Una de las cualidades que más nos cuesta aprender y aceptar de Dios es su soberanía, es decir esa autoridad máxima y suprema que tiene Él para hacer lo que quiera, cuando quiera, como quiera, donde quiera y sin necesitar el permiso de alguien más para hacerlo.

Permitir que alguien tenga soberanía sobre nosotros nos da miedo.

¡Qué difícil es dejar en manos de Dios el control de nuestra vida!

En más de una ocasión hemos tomado decisiones bajo la absurda y nada inteligente idea de que si no intervenimos nosotros, otras personas determinarán el rumbo de nuestra vida.

La soberanía de Dios es más fácil de aceptar y hasta disfrutar cuando conocemos por experiencia personal que detrás de ella hay un corazón misericordioso que nos ama con profunda, continua y perseverante pasión:

¡El corazón de nuestro Salvador!

Dios les bendiga abundantemente.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario