sábado, 10 de septiembre de 2022

Un momento... ¿Cómo hago para querer orar todos los días?

 




UN MOMENTO CON DIOS

¿Cómo hago para querer orar todos los días?

 

“La oración del justo puede mucho” (Santiago 5.16)


El principio de una vida de oración es la humildad. Si creemos que podemos manejar nuestra vida sin Dios, enfrentarnos a cada día sin declararle que lo necesitamos desesperadamente, si creemos que algo puede funcionar bien sin Él, entonces nunca tendremos la verdadera necesidad de orar. 

Una reconocida mujer de Dios dijo una vez: “A veces me siento tan desesperada y débil. Creo que por eso me usa Dios. Porque no dependo de mi propia fuerza”. 

La oración diaria comienza con una pregunta: ¿Qué tanto considero que necesito a DIOS el día de hoy? ¿Podría ser que la falta de oración fuera un reflejo del orgullo en nuestro corazón?

Hemos entregado nuestra vida a una rutina, a un trabajo “fácil de hacer” a un conjunto de pasos y procesos que seguimos en automático. No aspiramos a mucho más, estamos satisfechos como estamos, tanto que realmente no ocupamos tanta oración para mantener las cosas como hasta ahora. 

Nuestra falta de oración podría también ser un reflejo de una vida llena de bajas expectativas, muy pocos “Señor ayúdame” salen de nuestro corazón porque estamos simplemente siguiendo una vida, manteniéndonos vivos, sobreviviendo, sin aspirar a una vida abundante. 

Querer orar mucho es el resultado de creer firmemente que la oración es necesaria en toda ocasión. No orar es lo opuesto, considerar que no es necesario en toda situación, sólo en algunas. ¿Es necesario o no?, ¿qué tanto creemos que necesitamos a Dios hoy?

No veamos la oración como un deber, como lo correcto que tenemos que hacer.
No queremos orar porque lo vemos como una obligación, como lo que todo cristiano debe hacer para ser “buen cristiano” por lo tanto cada vez que nos equivocamos o pecamos, nos sentimos tan malos como cristianos que lo menos que queremos hacer es orar, porque nos sentiremos tan falsos al hacerlo. Pero olvidamos que la oración es el poder y la potencia que necesitamos para dejar de pecar y dejar de equivocarnos como cristianos.

Es como si un enfermo rechazara la medicina pensando que “ya para qué si ya me enfermé” siendo que es para dejar de estar enfermo. Uno ora no sólo porque necesita sino porque la oración es lo único que puede hacer la diferencia y generar la victoria que tanto anhelamos.

Jesús siempre vivía con una fuerte convicción y expectativa de que su Padre siempre estaba trabajando, “Señor gracias porque me escuchas” (Juan 11).

El verdadero trabajo del Reino que hacía Jesús no era la liberación de los endemoniados o la sanidad de los paralíticos, era la oración que hacía todo esto posible cuando se presentaba.

Oramos para que cuando algo se presente en el día tengamos la fuerza, la fe, la convicción y la autoridad para enfrentarlo y resolverlo. Si viéramos la oración como el poder para ver los milagros, orar por enfermos y ver sanidades, vencer nuestros hábitos y adicciones ¿no oraríamos más? El asunto es que consideramos el orar como un deber, no como un Poder.

¡Debemos entender que orar afecta el futuro! John Wesley decía: “Nada sucede hasta que oramos por ello”. La oración del justo puede mucho, no dice debe, parece, aparenta o se siente mucho, dice puede mucho.

 

Dios les bendiga abundantemente.

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