UN
MOMENTO CON DIOS
¿Cómo
hago para querer orar todos los días?
“La oración del justo puede mucho” (Santiago 5.16)
El principio de una vida de oración es la humildad. Si creemos que podemos
manejar nuestra vida sin Dios, enfrentarnos a cada día sin declararle que lo
necesitamos desesperadamente, si creemos que algo puede funcionar bien sin Él,
entonces nunca tendremos la verdadera necesidad de orar.
Una
reconocida mujer de Dios dijo una vez: “A veces me siento tan desesperada
y débil. Creo que por eso me usa Dios. Porque no dependo de mi propia
fuerza”.
La
oración diaria comienza con una pregunta: ¿Qué tanto considero que necesito a
DIOS el día de hoy? ¿Podría ser que la falta de oración fuera un reflejo
del orgullo en nuestro corazón?
Hemos
entregado nuestra vida a una rutina, a un trabajo “fácil de hacer” a un
conjunto de pasos y procesos que seguimos en automático. No aspiramos a mucho
más, estamos satisfechos como estamos, tanto que realmente no ocupamos tanta
oración para mantener las cosas como hasta ahora.
Nuestra
falta de oración podría también ser un reflejo de una vida llena de bajas
expectativas, muy pocos “Señor ayúdame” salen de nuestro corazón porque estamos
simplemente siguiendo una vida, manteniéndonos vivos, sobreviviendo, sin
aspirar a una vida abundante.
Querer
orar mucho es el resultado de creer firmemente que la oración es necesaria
en toda ocasión. No orar es lo opuesto, considerar que no es necesario en toda
situación, sólo en algunas. ¿Es necesario o no?, ¿qué tanto creemos que
necesitamos a Dios hoy?
No veamos
la oración como un deber, como lo correcto que tenemos que hacer.
No queremos orar porque lo vemos como una obligación, como lo que todo
cristiano debe hacer para ser “buen cristiano” por lo tanto cada vez que nos
equivocamos o pecamos, nos sentimos tan malos como cristianos que lo menos que
queremos hacer es orar, porque nos sentiremos tan falsos al hacerlo. Pero
olvidamos que la oración es el poder y la potencia que necesitamos para dejar
de pecar y dejar de equivocarnos como cristianos.
Es como
si un enfermo rechazara la medicina pensando que “ya para qué si ya me enfermé”
siendo que es para dejar de estar enfermo. Uno ora no sólo porque necesita
sino porque la oración es lo único que puede hacer la diferencia y generar la
victoria que tanto anhelamos.
Jesús
siempre vivía con una fuerte convicción y expectativa de que su Padre siempre
estaba trabajando, “Señor gracias porque me escuchas” (Juan 11).
El
verdadero trabajo del Reino que hacía Jesús no era la liberación de los
endemoniados o la sanidad de los paralíticos, era la oración que hacía todo
esto posible cuando se presentaba.
Oramos
para que cuando algo se presente en el día tengamos la fuerza, la fe, la
convicción y la autoridad para enfrentarlo y resolverlo. Si viéramos la
oración como el poder para ver los milagros, orar por enfermos y ver sanidades,
vencer nuestros hábitos y adicciones ¿no oraríamos más? El asunto es que
consideramos el orar como un deber, no como un Poder.
¡Debemos
entender que orar afecta el futuro! John Wesley decía: “Nada sucede hasta que
oramos por ello”. La oración del justo puede mucho, no dice debe, parece,
aparenta o se siente mucho, dice puede mucho.
Dios
les bendiga abundantemente.
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