sábado, 16 de junio de 2018

Un momento... UNA SOLA CARNE



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UNA SOLA CARNE

La mujer se ha vuelto más vulnerable por sentirse no realizada y no plenamente feliz, tanto por quedarse en el hogar cumpliendo el rol tradicional como por salir todos los días a trabajar para contribuir para el sostenimiento de la familia.
Mientras que el hombre después de probar estos dos roles, en vez de considerar a la esposa, se ha vuelto más insensible, descuidado, indiferente, apático y hasta infiel.
La mujer ha dejado de ser tratada como la reina del hogar, como la esposa bella que espera a su amado, como la única mujer que merece fidelidad y lealtad, creando así un vacío emocional y de autoestima.
El hombre ha dejado de valorar, estimar y honrar a su esposa por lo que es, por lo que significa, por lo que hace, por la posición original que DIOS le dio, “ayuda idónea”. De manera que, aunque la esposa tenga todo materialmente porque su esposo es responsable y fiel en trabajar, ella sigue vacía, sin amor, sin reconocimiento, sin valoración, y muy vulnerable a todo, y he aquí el peligro de la vulnerabilidad de la mujer.
Por el otro lado, el error más grande del hombre es sentirse seguro de la esposa que tiene en casa, que ella siempre estará allí fielmente, pues cree que ella no puede hacer nada sin él. Es tan grande la soberbia del hombre que se vuelven insensible ante los vacíos, necesidades, derechos, sueños, deseos, anhelos y aspiraciones que tiene su esposa. A él solo le importa él, su trabajo, su ropa limpia, su comida a tiempo, llegar a la cama y sin muchas palabras disfrutar de su esposa sin pensar en que ella es una persona con sentimientos, inteligencia y voluntad. Ese descuido, esa insensibilidad, ese poco reconocimiento, ese sentido machista es lo que ha puesto en peligro la estabilidad de la familia.
El hecho de que una mujer tenga todo en el hogar no garantiza que esté totalmente realizada, por lo tanto es vulnerable. Un hombre a pesar de que tenga toda la lealtad de su esposa en el hogar a cambio de todo lo que él lleva, no garantiza que este sea fiel y leal a su esposa.
Es la soberbia e insensibilidad masculina lo que le hace indiferente y poco reverente hacia DIOS.
Hay crisis por infidelidad de ambos: hombre y mujer.
La estadística lo confirma que en los últimos años, tanto el hombre como la mujer están en un 50% de probabilidad de ser infieles a su cónyuge, por la vulnerabilidad femenina y por la insensibilidad masculina, que encuentran su clara explicación en no tomar en cuenta a DIOS y la Biblia en su vida diaria para respetarlo, temerlo y obedecerlo.
El alejamiento de DIOS y el descuido de las normas originales de DIOS para el matrimonio debilita no solo la relación con DIOS sino la relación como esposos, y ese es el campo propicio para que satanás, el enemigo del matrimonio al estilo de DIOS, destruya los matrimonios con perspectivas liberales, humanas, tolerantes, mundanas, rebeldes y anti bíblicas.
El resultado por la vulnerabilidad femenina y la insensibilidad masculina apoyada por el postmodernismo.
Esto es el resultado de la vulnerabilidad de la mujer formado por la insensibilidad del hombre, matrimonios han llegado al final, hijos quedan sin padres, los nuevos padres delincuentes, familias despedazadas, una sociedad fragmentada y la perspectiva impulsada por el postmodernismo es que vean esto como algo normal, es la sociedad moderna, sin ataduras, sin remordimientos, con derechos, con igualdad, sin obligaciones a seguir los patrones, valores, credos y principios tradicionales.
¡Volvamos a la fuente, lo que nos dice en Su Palabra aquel que creó el matrimonio!
“Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.  (Génesis 2. 24).
Y a través del Apóstol Pablo: “Someteos unos a otros en el temor de Dios.
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. 
(Efesios 5. 21 – 31).
Dios les bendiga abundantemente.

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