sábado, 16 de junio de 2018

Leyendo... Isaías capítulo 63



LECTURA DIARIA:
Isaías capítulo 63

Sería difícil interpretar este capítulo sin traer a la memoria tres pasajes previos. El primero está en 59.17-19 y trata de la armadura de Jehová como Dios de juicio, la cual incluye casco de salvación y manto de celo retribuidor.
El segundo está en 61.2 y habla del año de la buena voluntad de Jehová y el día de la venganza de nuestro Dios. El tercero está en 62.11, y dice: ¡He aquí, su recompensa viene con él; y delante de él, su obra!
A partir de este mensaje profético es imposible concebir la intervención de Dios en la historia humana, sin considerar los dos aspectos de su obra: El juicio divino. La redención de su pueblo, presentada en términos de la analogía de la liberación del año de jubileo, como expresión de la buena voluntad de Jehová, cuya palabra es ley en su pueblo.
Existe un paralelismo muy marcado entre Isaias 63.3 y Apocalipsis 19.11-16, en cuanto a las características que posee. Es jinete, fiel, verdadero, el Verbo de Dios, Rey de Reyes, Señor de Señores. Además se nota que Isaías 63 tiene la misma perspectiva que Apocalipsis 19. 1 con relación al triunfo en la batalla final.
Casi al final del libro de Isaías se puede distinguir una preciosa intercesión que es de las más conmovedoras en toda la Biblia. Empieza en el 63.7 y sigue hasta el 64.7.
El profeta invoca a Dios para que mire desde la morada de su santidad y de su gloria, a un pueblo en el cual aún no se manifiestan ni su celo ni su poderío, ni su compasión, ni la conmoción de su corazón. El profeta apela entonces al carácter paternal de Dios para con Israel. Aun cuando los padres o patriarcas de la nación, con Abraham a la cabeza, no pudieran reconocer a Israel como sus hijos en la trágica situación en que se encontraban, el profeta invoca a Dios diciéndole: Pero tú eres nuestro Padre… Desde la eternidad tu nombre es Redentor Nuestro.
El versículo  19 expresa el asombro ante la pasividad de Dios, oculto en su santa morada, como si su silencio negara que alguna vez fue real algún pacto de amor entre Jehová y una familia del planeta: Israel.

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