martes, 5 de junio de 2018

Un momento... ¿CÓMO QUIERES QUE TE RECUERDEN?



UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
¿CÓMO QUIERES QUE TE RECUERDEN?

Un niño pequeño piensa únicamente en sus propios deseos y necesidades, pero al avanzar a los años de juventud y más allá, le empieza a interesar más lo que otros piensen de él.
Pero nuestra reputación no se genera sola, sino que se va estableciendo conforme a nuestras acciones y nuestras palabras.

Las decisiones que tomamos sobre lo que vamos a hacer y decir, de qué nos reímos, en qué pasamos el tiempo y con quién lo pasamos, reflejan lo que somos.
A medida que nuestro cuerpo crece y deja de ser el cuerpo de un niño, también estamos cambiando de otros modos que no son físicos. Estamos aprendiendo acerca del mundo que nos rodea y qué lugar ocupamos en él. A medida que crecemos, las personas con quienes tratamos influyen en la manera como se van "conectando las neuronas" de nuestra mente. Nuestros padres nos dicen que el cielo es azul y que la hierba es verde, y nuestra mente va formando el concepto de color.
Los padres que cumplen su papel tal como DIOS lo ha dispuesto se convierten en un factor decisivo en este proceso de crecimiento.
DIOS les ordena así: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22.6).
A los padres les corresponde guiar a sus hijos hacia una manera correcta de pensar, enseñándoles los principios de la vida.
DIOS mandó que los israelitas transmitieran a sus hijos las enseñanzas de Él: "Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes" (Deuteronomio 6.7).
Los padres, sin embargo, no son los únicos que influyen en nuestra mente. También aprendemos, desde la infancia, por la influencia de nuestros amigos y compañeros, de nuestros maestros y de los medios de difusión.
 Vamos reuniendo todos estos conocimientos variados, y con ellos vamos creando ideas e impresiones que nuestra mente usará para comprender el mundo.
Además, cada uno de nosotros tiene sus propias experiencias en la vida. Nuestra mente también lleva grabado el sello de nuestras emociones.
DIOS le ha dado a la mente humana, la capacidad de sentir, toda una serie de emociones que influyen en nuestro modo de pensar. Aprendemos lo que es sentirse entusiasmado, frustrado, alegre y enojado.
Todas estas emociones, y su aplicación en nuestra vida diaria, afectan profundamente el desarrollo mental.
En la transición entre la niñez y la edad adulta, comenzamos a adquirir más independencia. Comenzamos a pensar por nosotros mismos y a formar nuestras propias opiniones. Aprendemos a "pensar por nosotros mismos".
A medida que mostramos buen juicio, nuestros padres adquieren confianza y se sienten dispuestos a darnos más independencia y responsabilidad.
La función paterna no consiste simplemente en imponer la obediencia a sus reglas, sino en desarrollar en sus hijos la mente y el carácter para que apliquen el espíritu de esas reglas a situaciones nuevas y diferentes.
Entonces, cuando un joven va ejerciendo su capacidad para tomar decisiones, las cosas que ese joven hace, las palabras que dice y las amistades que forma; reflejan cómo se ha ido formando su mente. Es natural que, al crecer, decidamos andar en armonía con otros que piensan como nosotros.
"¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?"
(Amós 3.3).
Pasan los años, y ya en la edad adulta encontramos más retos, nos encontramos con decisiones sobre qué hacer en cuanto a los estudios, la carrera y el matrimonio. Nos encontramos con decisiones relacionadas con las creencias en DIOS y luchamos con preguntas acerca de nuestro Creador y nuestro destino final. Llegamos a decisiones sobre cómo vamos a obedecer la Palabra de DIOS y cómo debemos aplicarla en la vida diaria.
La manera como manejemos estas decisiones refleja el estado de nuestra mente.
Somos capaces de manejar muchas de las decisiones simples y materiales que la vida nos exige, pero para los retos más grandes tenemos la necesidad absoluta de contar con la mente de DIOS.
La mente de DIOS trae "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" o dominio propio (Gálatas 5.22).
Todos estos son atributos que traen verdadera felicidad y tranquilidad en la vida. Son atributos de una mente que está en armonía con la mente de DIOS. Si nosotros podemos desarrollar una mente en armonía con DIOS desde la juventud, estaremos grabando un modo de pensar que dará como resultado decisiones buenas y una buena vida.
Aprendamos a tomar decisiones que nos permitan experimentar los frutos de vivir al modo de DIOS.
Decidamos adquirir un modo de pensar y sentir sabio y lleno de buenos frutos para lo que DIOS nos creó.
Dios les bendiga abundantemente.

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