martes, 26 de junio de 2018

Leyendo... Jeremías capítulo 6



LECTURA DIARIA:
Jeremías capítulo 6

En 4.6 se alienta a la gente a refugiarse en Jerusalén. Ahora, se les insta a huir de Jerusalén, porque ningún lugar será lo suficientemente seguro para resistir a los invasores.

El Señor advirtió a la tribu de Benjamín (la tribu de Jeremías) que escapara, no hacia la seguridad de la gran ciudad amurallada de Jerusalén porque estaría bajo sitio, sino hacia Tecoa, un pueblo localizado más o menos a 19 km al sur de Jerusalén. La señal de humo, como advertencia, se encendió en Bet-haquerem, a la mitad del camino entre Jerusalén y Belén.
Pastores y sus rebaños representan a gobernantes y gobernados.
Los pastores eran los líderes de los ejércitos babilónicos y los rebaños sus tropas.
El remanente mencionado aquí no debe confundirse con el remanente santo. Este último son los que quedaron después de la primera ola de destrucción. Como un vendimiador, Babilonia no se satisfaría hasta que cada persona se llevara al cautiverio. Invadió Judá tres veces hasta que logró destruir la nación y su templo por completo.
El profeta habla. Invoca alternativamente la ira de Dios, su misericordia y compasión. Aquí predomina la ira.
El pueblo se enojó y cerró sus oídos. No quiso ningún mandamiento de Dios porque vivir para Él no les pareció emocionante.
La imagen de la mano extendida se repite en varias ocasiones; y representa el poder de Dios para salvar, para castigar, y aquí para destruir.
La paz de que hablaban los falsos profetas era la ausencia de guerra y calamidades, un concepto muy alejado del shalom del AT, que hace énfasis en la integridad y la profundidad de la paz. La verdadera paz supone una íntima comunión con Dios y una fraternal relación con las demás personas. Tiene que ver más con las actitudes y el carácter que con las circunstancias externas.
«¡Olvídate de eso y quizás desaparezca!» Esta fue la respuesta de Jerusalén a las advertencias de Jeremías. Siguieron escuchando las predicciones de paz, porque no les gustaba cómo Jeremías condenaba su pecado. Pero negar la verdad nunca la cambia, lo que Dios dice siempre sucede. El pecado nunca desaparece al negar su existencia.
El Señor habla y amonesta a su pueblo a que camine en las sendas antiguas de la justicia, pero en su empecinamiento éste rehúsa hacerlo.
Pero ellos dicen: «No, no queremos seguirlo.»
El buen camino para vivir es antiguo y Dios lo ha señalado. Pero el pueblo rehusó tomar el sendero de Dios, yendo por su propio camino.
Poner tropiezos ante los ciegos estaba prohibido por Levítico 19.14. La ceguera espiritual de Judá ha puesto tropiezos ante la nación, los babilonios.
Dios habla a Jeremías y le asigna la tarea de examinar a la gente, como torre que se levanta sobre el pueblo.
En el proceso de refinado de la plata, se le añadía plomo al mineral. El plomo se consumía y la escoria se separaba. Aquí falla el proceso porque el mineral tiene muchas impurezas. Entonces, el pueblo es como plata desechada.
El metal se purificaba mediante el fuego. Conforme se calienta, se queman las impurezas y solo permanece el metal puro. Cuando Dios probó al pueblo de Judá, sin embargo, no encontró pureza en sus vidas. Siguieron en sus caminos de maldad.

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