sábado, 27 de mayo de 2017

LEYENDO... 1 de Crónicas capítulo 29


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LECTURA DIARIA:
1 de Crónicas capítulo 29

Esta sección, que también está ausente de 1 Reyes, provee un aleccionador ejemplo sobre el ofrendar. Primero, David da generosamente de sus posesiones. Su ejemplo y la petición que formula hizo que sus líderes también den, de manera que todos contribuyeron alegre y voluntariamente.

Como le era característico, David elevó una oración para alabar a Dios, que alentó a todo el pueblo a bendecir al Señor.
Esta es una de las grandes oraciones de todo el Antiguo Testamento que abarca los versículos 10 – 16. Ningún pasaje en la Biblia declara, con mayor magnificencia, el soberano poder de Dios: no hay ninguno como el Señor, el Todopoderoso, cuya gloria llena el universo.
En medio de este grandioso himno a esa majestuosa verdad, David asevera que aunque el reino es de Dios, este provee recursos que deben ser administrados por los seres humanos.
David reconoce aquí la importancia de la elección de Dios en el caso de Salomón. Su juventud, su inexperiencia, su inmadurez, todas militaban en su contra, pero lo que Salomón no podía hacer, Dios sí lo podía. La edificación sería para Dios y no para los hombres.
Al final de la oración, David intercede por su hijo con el fin de que éste continúe la dinastía y termine la construcción del templo.
Luego de esto Salomón asumió el trono, fue un momento tanto de sacrificios como de celebración. Esta fue su segunda entronización; la primera había sido arreglada de prisa para prevenir que su hermano tomase el trono (1 Reyes).
El esplendor de Salomón lo pone al mismo nivel que la grandeza de su padre, detrás de ambos estaba Dios. El trono y el reino eran inquebrantables porque eran de Dios.
El libro termina con la muerte de David, aclarando el cronista que “murió en buena vejez” y haciendo una reseña de los cuarenta años de reinado de este hombre que fue un rey conforme al corazón de Dios.

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