martes, 9 de mayo de 2017

Leyendo... 1 de Crónicas capítulo 11


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LECTURA DIARIA:
1 de Crónicas capítulo 11

Los detalles de cómo David llegó al poder se relatan con mayor amplitud en 2 Samuel. Crónicas enfatiza que Dios nombró a David como gobernante, aún cuando utilizó los esfuerzos de muchas personas, incluso algunos de la propia familia de Saúl. 
Los libros de Crónicas demuestran que no importa lo que el hombre haga para entorpecer la obra de Dios, El sigue controlando todos los hechos y obra su voluntad en ellos. 
David fue rey sobre Judá solo, en Hebrón, por siete años y medio antes de capturar Jerusalén. Cuando finalmente David fue ungido rey sobre Israel, habían pasado veinte años desde que Samuel lo había ungido (1 de Samuel 16.1-13). 
La convención de los estados del reino, el homenaje público y solemne de los representantes del pueblo, y el ungimiento del nuevo rey en su presencia y por su dirección, parecen haber sido necesarios para el reconocimiento general del soberano por parte de la nación.
David eligió a Jerusalén como capital por motivos políticos y militares. Jerusalén estaba cerca del centro del reino y, debido a que se localizaba en una frontera tribal, era un territorio neutral. Por lo tanto su localización aminoraba los celos entre las tribus. Además Jerusalén estaba localizada en una colina alta, lo que hacía difícil el ataque. 
El poder de David aumentó como resultado directo de su firme confianza en Dios. En contraste, el poder de Saúl disminuyó debido a que quiso todo el crédito para sí e ignoró a Dios. 
Se nombran los valientes de David, los grandes hombres que le sirvieron. Pero David reconoció que su éxito no era de los valientes que estaban con él, sino de Dios.
Estos hombres al fortalecerlo a él, ellos se fortalecían a sí mismos y sus propios intereses, porque su progreso era el de ellos. 
Los treinta jefes eran los oficiales de mayor rango y los más valientes del ejército de David. 
Los tres hombres que fueron a la cueva de Adulam y luego fueron por agua, arriesgaron su vida solo para complacer a David. David reconoció que su devoción estaba inspirada en su devoción a Dios, por la tanto él vertió el agua como ofrenda demostrando que únicamente Dios merece tal devoción. Dieron el agua a David y él, a su vez, la dio a Dios. 
El capítulo termina con una lista de los valientes entre los que se nombra a Urías heteo el que fuera esposo de Betsabé.

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