UN
MOMENTO CON DIOS
La
honestidad
“Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto. Más confiable es el amigo que hiere que el enemigo que besa”. (Proverbios 27. 5 – 6)
He
aquí dos aspectos fundamentales de las relaciones humanas, la honestidad y la
confianza. Estos dos aspectos están íntimamente entrelazados y sin el uno no
puede haber mucho del otro. Lo que se observa más comúnmente en las
interacciones personales es todo lo contrario de estos dos comportamientos.
Típicamente, vemos como la gente se trata unos a otros con deshonestidad y
desconfianza.
Muchas
veces ocultamos nuestros verdaderos sentimientos y actitudes para pretender que
todo está bien en una relación. Esto no es más que una mentira disfrazada de
tolerancia que eventualmente se torna inmanejable y termina en una explosión de
consecuencias incalculables. La desconfianza surge de las propias experiencias
y de los métodos con los que fuimos criados. Se nos enseñó a ser
individualistas, a no confiar en los demás pues nos podrían robar los méritos,
etc.
La
solución no es, por supuesto que comencemos a confiar en todo el mundo y que
les digamos a todos lo primero que pase por nuestras mentes. Como seres
racionales que somos, debemos actuar con prudencia y tener cuidado de no herir
la sensibilidad de los demás.
Hay
que decir las cosas, pero hay que saber cómo decirlas y usar el momento
oportuno. No debemos guardar en nuestro corazón los desacuerdos y las
desavenencias, especialmente entre amigos. Cuando estas cosas se guardan, terminan
degenerando en una raíz de amargura.
Dejemos
que nuestros pensamientos y nuestros actos estén controlados por el Espíritu
Santo de Dios y veremos cómo seremos investidos de valor para hablar con
franqueza y sinceridad a los demás. Cuidémonos también de no ser rudos e
irrespetuosos porque caeríamos en el abuso y la agresión.
Es
posible que nuestras palabras, aunque sean cuidadosamente escogidas, no caigan
bien cuando las digamos pero al poco tiempo podremos ver cómo la persona a
quienes fueron dirigidas nos agradecerá por lo que le hemos comunicado.
Busquemos
continuamente la solución en el poder transformador de Cristo, quien nos
enseñará a actuar como es debido frente a nuestro prójimo: con confianza y
honestidad. Ésta es una manera sencilla de agradar a Dios y de amar al
prójimo.
Dios
les bendiga abundantemente.
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