UN MOMENTO CON DIOS
La autosuficiencia
“… separados de mí no pueden ustedes hacer nada." (Juan 15. 5)
Aparte de la
infidelidad y la rebeldía, una de las características principales del hombre
postmoderno es su autosuficiencia. Todos, en menor o mayor grado, nos
comportamos así.
Cuando somos
visiblemente autosuficientes, pensamos que no necesitamos de nada ni a nadie
para subsistir. Si alguien, al ver nuestra necesidad nos ofrece una mano,
rechazamos su ayuda porque, de acuerdo con nuestra percepción de las cosas, nos
bastamos a nosotros mismos para superar las dificultades.
El orgullo nos impide
reconocer el gesto de ayuda de quien se ofrece a colaborar.
Pensamos que nos las
sabemos todas y que somos los más listos del grupo. De hecho, a veces de manera
involuntaria nos metemos en problemas para demostrar a los demás que no
necesitamos de ayuda externa. No necesitamos que nadie nos enseñe porque
todo lo sabemos; no nos hace falta que nadie nos apoye puesto que somos capaces
de lograr todo solos, por nuestros propios medios.
La vida del hijo de Dios
es todo lo contrario. Nuestra vida es una vida de dependencia y no de
independencia. Dependemos, en primer lugar, de la misericordia y bondad de
nuestro Padre Celestial, a quien le place proveernos con toda clase de
bendiciones y cubrir todas nuestras necesidades de manera tal que nada nos
falta.
Dependemos en menor
grado de nuestros seres queridos, quienes también demuestran la mayor de las
paciencias cuando tienen que literalmente lidiar con nosotros para que nos
dejemos ayudar.
No menos importante es
la dependencia de los hermanos en la fe y de los amigos que con desinteresado
aprecio nos extienden una mano para ayudarnos a salir del atolladero.
Como podemos observar,
para todo dependemos de otros y en muy poco dependemos de nosotros mismos.
Dejemos a un lado el
orgullo y no despreciemos, pues, esa mano que amorosamente se extiende desde
los cielos o de parte de los seres que nos rodean para socorrernos en momentos
de aprieto.
Sin Cristo nada podemos
hacer, Él es la vid verdadera y todo aquel que permanece en el lleva mucho
fruto.
Muchas personas
fracasan en la vida porque sin Cristo es imposible llegar a experimentar una
vida de verdadera victoria.
Dios les bendiga
abundantemente.
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