UN MOMENTO CON DIOS
La cura para el
sentimiento de inferioridad
“….a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de DIOS." (Efesios 3. 17b – 19)
El mundo nos bombardea
con mensajes que alimentan los sentimientos de inferioridad. Nos
promete felicidad y satisfacción sólo si conducimos el auto más moderno, nos
ponemos la ropa de última moda, o adquirimos nuevos músculos, al mismo tiempo
que perdemos esos antiestéticos kilos de más. Si no nos cuidamos de
tales ataques, el mundo expulsará de nuestra mente la verdad de Dios, y nos
enfrascaremos en una lucha estéril por la competencia y por la
autoestima.
Con mucha frecuencia
nos fijamos en lo externo para demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que
somos importantes. O pensamos: "Si sólo fuera más guapo, más
rico o más inteligente, sería aceptado y apreciado".
No es prudente dejar
que las opiniones de otros definan nuestros sentimientos en cuanto a nosotros
mismos; la única evaluación real de nosotros viene de mirar a los ojos de Aquel
que nos amó lo suficiente para morir en nuestro lugar.
Pablo dijo a sus
lectores que el valor verdadero estaba en conocer y comprender las dimensiones
del amor de DIOS por ellos. Este conocimiento es nuestra ancla
cuando nos abrumen los sentimientos de inferioridad, o los fracasos nos
impulsen a auto reprocharnos y a retirarnos derrotados.
Observemos que el Señor
no nos dice que nos dará todas las cualidades y las cosas que pensamos que
acabarán con nuestro sentimiento de inferioridad; lo que promete es
fortalecernos "en el hombre interior" (v. 16).
DIOS "es
poderoso para hacer mucho más… de lo que pedimos o entendemos" (v.
20), pero Su método es trabajar de adentro hacia fuera, "según el
poder que actúa en nosotros".
Si luchamos con
sentimientos de inferioridad, pidámosle a Dios que sane nuestra alma haciendo
una gran obra en nuestro interior.
Y empecemos a vernos y
valorarnos como Dios, que nos creó, nos ve y nos valora. Así nos daremos cuenta
del verdadero valor que tenemos.
Dios les bendiga
abundantemente.
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