UN MOMENTO CON DIOS
Bien por mal
“Al que devuelve mal por bien, nunca el mal se apartará de su familia.” (Proverbios 17. 13)
De una cosa podemos
estar seguros y ésta es que toda acción tiene sus consecuencias. Si las
acciones son buenas, las consecuencias también serán buenas. Lo contrario
también aplica. Las malas acciones traen malas consecuencias.
Es sorprendente que
algo tan simple como esto se pase por alto cuando estamos tomando decisiones.
Una razón puede ser que nunca nos detenemos a pensar antes de tomar una
decisión.
Una inmensa mayoría de
nuestras decisiones son tomadas en una fracción de segundo sin que las
analicemos a fondo ni calculemos las consecuencias que traerán.
Nuestra reacción
natural es responder con la misma moneda con que nos han pagado.
¿Mecanismo de defensa o
necesidad de venganza?
Además, nos han
adiestrado a que debemos ser rápidos para tomar decisiones y a que no debemos
perder tiempo para reaccionar adecuadamente. La mezcla de estas dos cosas nos
hace cometer muchos errores de continuo.
Dos cosas podemos hacer
para revertir estas peligrosas tendencias que buscan controlar nuestro ser y
adueñarse de nuestra voluntad:
Lo primero es obedecer
lo que nos encargó el Señor Jesucristo: «Ustedes han oído que se dijo:
“Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les digo: No resistan al que les
haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también
la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la
camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al
que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la
espalda.» (Mateo 5. 38 – 42)
Éste posiblemente, sea uno de los mandamientos más difíciles de cumplir
porque nuestra naturaleza pecaminosa es muy fuerte en este sentido.
Lo otro que podemos
hacer es no apresurarnos para tomar decisiones antes de haber consultado con
nuestro Padre Celestial y preguntarnos si lo que vamos a decidir es algo de su
agrado, por apremiante que la situación se presente. A menos que la
situación planteada sea un caso de vida o muerte. En todo caso, estas cosas
sólo podemos lograrlas bajo la dirección del Espíritu Santo y nunca por
nuestros propios medios aunque nos parezca que somos capaces de hacerlo.
Recordemos, pues, las
instrucciones del Señor y dejémonos guiar por Su Santo Espíritu. Pronto notarás
como las buenas acciones traerán buenas consecuencias.
Dios les bendiga
abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario