jueves, 16 de junio de 2022

Un momento... El resentimiento

 


UN MOMENTO CON DIOS

El resentimiento

 

 “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia.” (Efesios 4. 31)

 

Vivimos en un mundo muy convulsionado donde la gente se muestra cada vez más ansiosa e irritada. Con frecuencia se originan discusiones en la calle entre los choferes de autos, ya sea porque uno va muy despacio, o porque va muy rápido, o porque se tardó en moverse varios segundos más de lo que supuestamente debía después que la luz del semáforo cambió a verde.

Muchas veces estas discusiones han terminado en peleas, en algunos casos fatales, por la manifestación de una ira acumulada que encuentra la manera de manifestarse en estos incidentes.

Lo peor de todo esto es que a veces podemos llegar a nuestro hogar pensando encontrar un lugar de refugio, pero nos damos cuenta que allí también se originan las mismas o peores fricciones.

Por todos lados vemos personas enojadas, actuando con ira, maldiciendo. Generalmente se culpa al "estrés" o presiones externas como la causa de estas situaciones; sin embargo el problema hay que buscarlo en el interior del ser humano, allí donde la ira se ha ido acumulando, creando raíces de amargura que afectan el comportamiento del individuo y de aquellos que le rodean.

La Biblia nos alerta acerca de esto en Hebreos 12. 15: “Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de DIOS; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos".

No solamente la amargura afecta nuestro estado de ánimo, sino también nuestra relación con Dios. Es un estorbo en nuestra vida espiritual, creando obstáculos que nos impiden alcanzar la gracia de Dios y disfrutar de sus bendiciones. Y el resultado se refleja en nuestra relación con los demás pues, como dice este pasaje, la amargura contamina.

Pero… ¿qué podemos hacer? Habrá momentos en que podamos sentir ira, ¿cierto? Sí, es cierto, pero no debemos permitir que la ira se acumule en nuestros corazones al punto que surjan raíces de amargura. La Biblia dice en Efesios 4. 26 - 27: "«Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo."

Es muy importante que eliminemos de nosotros, lo más pronto posible, la ira que en un momento determinado hemos sentido antes de que el diablo pueda aprovecharse de nuestro estado de ánimo.

¿Sentimos que nos irritamos con mucha facilidad? Si algo no nos sale como pensábamos, ¿nos molestas al punto de llenarnos de ira, y hasta proferir palabras que no glorifican a DIOS?

Cuando el congestionado tráfico no permite que avancemos con rapidez y necesitamos llegar a nuestro destino a una cierta hora, ¿nos llenamos de ansiedad y sentimos enojo en nuestro corazón? Al recordar una ofensa o el daño que alguien nos hizo en el pasado ¿nos inunda un gran rencor y entran en nosotros deseos de venganza?

Si nuestra respuesta es “sí” a una o más de estas preguntas, es muy probable que en nuestro corazón haya brotado alguna raíz de amargura que esté impidiendo que la gracia y la paz del Señor se manifiesten en nuestra vida.

Acerquémonos al trono de la gracia de Dios, y depositemos ante ÉL toda amargura o resentimiento que están contaminando nuestra alma, y pidamos al Señor que nos llene de Su paz inefable.

Dios les bendiga abundantemente.

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