UN MOMENTO CON DIOS
Siempre estamos a tiempo de
cambiar
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. (Filipenses 3. 12)
Cuando un país
declara abierta las puertas para hacer propaganda y proselitismo para elegir a
sus dirigentes políticos inventan slogans diferentes, pero la mayoría ofrecen
“un cambio” echando por tierra a los dirigentes oficiales del gobierno actual
al declarar que nada de los que estos han hecho ha sido bueno. Mucho de ello es
verdad, pero lo que no se puede creer es que los nuevos dirigentes con
seguridad dicen traen el cambio.
El cambio al
principio no es colectivo ni mucho menos total. El cambio tiene un punto de
partida y requiere un proceso acompañado de tiempo y esfuerzo. Eso sí, el
cambio comienza en una decisión que se hace con carácter y determinación.
El cambio no
debemos esperar que lo comiencen las demás personas, el cambio ha de comenzar
en uno mismo. Jamás debemos pensar que es tarde y que ya se es viejo para
cambiar.
DIOS nos ha
creado para que todos los días cambiemos hasta que lleguemos a ser como Cristo
en el momento de su venida en las nubes.
Hay un dicho
que erróneamente dice: “Árbol que nace torcido nunca se endereza” para
referirse a una persona. Toda persona no solo tiene derecho a cambiar y el
poder para cambiar, sino que DIOS nos da la oportunidad para cambiar, no
importa cuán torcido estemos.
DIOS nos ha
hecho con personalidad, sentimiento, intelecto y voluntad, misma que nos
capacita para pensar, sentir y decidir. De manera que, una persona normal,
jamás ha de estar satisfecha en este proceso de cambio, cada día debe anhelar
ser mejor para agradar a Su Creador.
El apóstol
Pablo dice en Filipenses 3.12: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea
perfecto, sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui
también asido por Cristo Jesús”. Pablo no se sentía satisfecho con lo que había
hecho, su medida de proyección era ser como Cristo, esa era su meta de vida y
se esforzaba todos los días para vivir y ser mejor.
Esto requiere
una decisión con carácter, abandono, renuncia y un nuevo orden de prioridad.
Pero también implica un autoexamen exhaustivo de la vida real para hacer un
balance donde se deseche lo malo y se valore las cosas buenas para llegar al
ideal.
Es muy
importante que tanto la iglesia y la familia como el matrimonio y el cristiano
en particular tomen una firme determinación por ser diferentes. Cada uno debe
determinar cambiar.
Cambiemos
nuestra forma de pensar, sentir y actuar, ya no nos ajustemos a la cultura o a
la tradición para que estas nos dirijan. En vez de ello, ajustémonos a la
Biblia, al Espíritu Santo, al amor de DIOS, y a la misión que tenemos.
Cambiemos en obediencia a todo esto, y ese cambio hará que todo cambie.
Es tiempo de
cambiar. Cambiemos en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, en la calle,
en la iglesia.
Cambiemos la
forma de pensar, hablar, y actuar. Dejemos los malos hábitos. Comencemos con
poco, y si cambiamos un poquito cada día, lo más seguro es que al final todo
cambiara. ¡Nunca es tarde!
Dios les bendiga abundantemente.
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