sábado, 8 de julio de 2023

Un momento... El orgullo nos separa de Dios

 


UN MOMENTO CON DIOS

El orgullo nos separa de Dios

 

 “Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impíos son pecado.”  (Proverbios 21. 4)

 

El orgullo es en esencia el excesivo amor hacia uno mismo. Quizá no represente mucha dificultad entender este concepto. Lo que es realmente difícil es determinar si estamos adoleciendo de este mal. Es fácil detectar el orgullo en otros, pero es muy difícil detectar el orgullo en nosotros mismos. Saber cómo se manifiesta el orgullo nos ayudará a identificarlo en nuestras vidas. El orgullo se manifiesta en una jactancia de los logros personales.

El orgullo se manifiesta también en un afán por lograr puestos de importancia. Se manifiesta en una tendencia a justificar todos los errores que cometemos, en el rechazo a la disciplina.

El orgullo se manifiesta también en una resistencia a recibir ayuda de otros cuando se está en necesidad. Existen personas que piensan que recibir ayuda de otros es una ofensa a su dignidad.

El orgullo además se manifiesta en envidia. La raíz de la envidia es el orgullo. La persona envidiosa cree que nadie más que ella debe recibir los mejores elogios, los mejores bienes, el mejor trato.

Se manifiesta en la propensión a criticar en lugar de alabar a otros, en la burla de los demás, especialmente de aquellos que son considerados inferiores. Otra manifestación del orgullo es el rechazo a la autoridad. Las autoridades son puestas por Dios, no importa si se trata del hogar o la iglesia o el trabajo, o el país, pero si nos hallamos resistiendo a esas autoridades, en realidad tenemos un problema de orgullo en el corazón. El orgullo se manifiesta también en ostentación de la propia sabiduría. Es la persona que siempre se halla respondiendo a preguntas que nadie ha hecho. Solo quiere demostrar cuán sabio es. El orgullo se manifiesta además en una apatía hacia la palabra de Dios y la oración. El creyente que no estudia la Palabra de Dios y nunca ora, está jactándose de que puede enfrentar la vida por sí solo.

La persona orgullosa piensa sólo en sí misma y no le importa lo que pase con los demás. Al revisar las manifestaciones del orgullo, es inevitable reconocer que cual más, cual menos, todos tenemos problema con el orgullo.

DIOS realmente aborrece el orgullo. La caída de satanás tuvo mucho que ver con el orgullo.

Mucho de la falta de bendición en vidas de personas se origina en el orgullo. Lo mismo encontramos en Proverbios 16.18 donde dice: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”.

De igual manera, Isaías 2.11 dice: “La altivez de los ojos el hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día.” Es muy peligroso atesorar orgullo en el corazón. Dios lo aborrece y lo castiga con firmeza.

Ahora que sabemos cuán peligroso es el orgullo, es necesario buscar la manera de evitarlo.

Reconociendo la presencia del orgullo en el corazón. Es el primer paso, si nuestro orgullo no nos permite reconocer que somos orgullosos, jamás lograremos dominar al gigante llamado orgullo. Confesando a Dios el orgullo como pecado.

No justifiquemos el pecado de orgullo. No lo llamemos debilidad o rasgo de carácter. Llamémoslo pecado, porque así es como Dios lo conoce.

Cultivemos la comunión con Cristo. No hay persona más humilde que Él. Hablando de su humildad, Filipenses 2.5 - 8 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Esta cualidad de Cristo Jesús se contagia en la medida que cultivamos la comunión con él.

La vida auténticamente cristiana se caracteriza por la libertad del orgullo.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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