UN MOMENTO CON
DIOS
El gigante de
la culpa
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con DIOS por medio de nuestro Señor Jesucristo” … (Romanos 5. 1)
Un gigante que
amenaza con quitarnos el gozo de disfrutar nuestra vida cristiana se llama
culpa. A menudo, a pesar de que sabemos que hemos sido perdonados, no nos
sentimos perdonados y no sabemos qué hacer al respecto. El gigante llamado
culpa nos tiene encadenados y caminamos por la vida cristiana arrastrando unas
gruesas cadenas de culpa. Un creyente genuino vive lamentado las malas acciones
que cometió antes de ser creyente.
La culpa es
como un fantasma que le persigue sin cesar. Intentamos de diversas maneras
liberarnos del domino del gigante de la culpa, pero parece que fuera más fuerte
que nosotros, porque por más que lo tratamos, no lo logramos.
La culpa es un
gigante muy real, invade el corazón y cuando logra asentar allí sus dominios
arruina todo lo que está a su lado. Ahora bien, la culpa tiene también su lado
positivo, porque nos puede motivar a dos cosas. En primer lugar, a reconocer lo
pecadores condenados que éramos antes de conocer a Cristo como nuestro Salvador
y, en segundo lugar, a reconocer las faltas que hemos cometido aun siendo ya
creyentes, siempre y cuando nuestras conciencias no se hallen cauterizadas al
punto que no nos sentimos culpables cuando hacemos cosas cuestionables. En
cuanto a lo primero, si un incrédulo no admite culpa, nunca podrá recibir a
Cristo como Salvador.
La salvación es
para los que genuinamente reconocen su vida de pecado y se sienten culpables
por ello. El incrédulo que no se siente culpable, que piensa que no hay
problema con todo lo malo que ha hecho, en realidad no necesita de un Salvador,
no porque no le haga falta, sino porque no está consciente de que le hace falta
un Salvador. Esta persona seguirá así su camino y terminará en condenación
eterna. Normalmente echa la culpa a otra persona o a alguna circunstancia. Su
frase preferida es: No es mi culpa, y luego se dedica a buscar un culpable. Qué
diferencia haría en un incrédulo reconocer que se siente culpable a causa de su
pecado. Sólo así podría acudir a quien tiene el poder y la voluntad para
librarlo de la culpa por el pecado. Efesios 1.7 dice: “(Cristo)…en quien
tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su
gracia”.
La culpa
muestra el camino hacia la salvación en el incrédulo. Pero al hablar de la
culpa como un gigante, hablamos del sentimiento de culpa por cosas que
sucedieron en nuestra vida antes de ser creyentes o por cosas impropias que
hemos hecho siendo ya creyentes y que ya han sido confesadas al Señor e
inclusive nos hemos apartado de ellas. Esta actitud es lo que podríamos llamar
un complejo de culpa y ciertamente causa mucho malestar y sufrimiento al punto
de anularnos en nuestra vida cristiana. Un creyente que ha sido atacado por
este gigante siente que su culpa merece castigo, y en eso tiene la razón, toda
culpa merece ciertamente un castigo. Pero ese castigo en el caso del creyente,
ya lo recibió nuestro Salvador y por tanto nosotros no tenemos que recibir
ningún castigo.
Sin embargo,
los creyentes que son víctimas del gigante de la culpa piensa que si reciben castigo,
eso será la manera como purgarán sus faltas por ellos mismos y entonces se
sentirán más espirituales. Este razonamiento es contrario a lo que dice la
Biblia, es como despreciar el sacrificio de Cristo, quien, según lo que dice
Hebreos 10.14 con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados. Para muchos parece ser más fácil aceptar el castigo por la culpa
que aceptar el perdón en Cristo y vivir libres y gozosos.
El ser justificados o el ser declarados justos por Dios, no es el resultado de
haber recibido el castigo por nuestra culpa, sino el resultado de haber
confiado en Cristo como nuestro Salvador.
No hay pecado
demasiado grande o demasiado pequeño que el creyente haya cometido por el cual
Cristo no haya pagado con su sacrificio en la cruz. No se puede luchar contra
este gigante de la culpa sobre la base de los sentimientos. Si lo intentamos
seremos derrotados vez tras vez.
En lugar de
ello debemos aferrarnos a lo que dice la Palabra de Dios. Podemos conquistar al
gigante de la culpa. La libertar verdadera está en Cristo y solamente en Él.
Dios les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario