lunes, 26 de diciembre de 2016

Leyendo... Jueces capítulo 11


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LECTURA DIARIA:
Jueces capítulo 11

A diferencia de Gedeón, quien recibió el llamado directamente del Señor, Jefté fue llamado por los líderes de Galaad. No obstante, el Señor fue testigo de su selección y llenó a Jefté con el poder de su Espíritu.
Jefté, era un hijo ilegítimo de Galaad, fue perseguido fuera de la ciudad por sus medios hermanos. A pesar del rechazo de sus hermanos, Dios lo usó. 
Estas circunstancias más allá de su control forzaron a Jefté a separarse de su pueblo y a vivir como paria. 
Pero en la providencia de Dios, el destierro hizo a Jefté un “guerrero valiente”, capacitado para liberar a sus compatriotas.
Mientras tanto los amonitas habían invadido el país, y eran inevitables las hostilidades activas. 
Los ancianos de Israel buscaron entonces un líder, y su elección cayó sobre el exiliado Jefté.
Pero Jefté les puso condiciones al trato antes de aceptar la tarea.
Jefté intentó diplomáticamente arreglar el conflicto con los amonitas sin acudir a la guerra.
Jefté envió mensajeros al rey de Amón para saber por qué los israelitas en la tierra de Galaad estaban siendo atacados. El rey contestó que Israel le había robado su tierra y que quería recuperarla.
Para mérito de Jefté, este trató de resolver el problema sin derramamiento de sangre. Pero el rey de Amón ignoró su mensaje y preparó sus tropas para la batalla.
Jefté argumentó que el Señor le había dado la victoria sobre los amorreos a Israel y, por lo tanto, el derecho de poseer su territorio entre los ríos Arnón y Jaboc. De manera que Israel adquirió el territorio en disputa de los amorreos y no de los moabitas o amonitas.
El rey de Moab, a quien había pertenecido parte del territorio en conflicto, estuvo de acuerdo con el reclamo que hacía Israel de este territorio. Jefté señaló que Israel se encontraba allí desde hacía 300 años y que durante todo ese tiempo nadie había cuestionado su derecho a la tierra.
La palabra final en esa disputa la tenía Jehová, que era el juez por sobre todo, quien le dio la victoria. 
Muchas personas hicieron votos como el de Jefté en tiempos bíblicos. En la ley de Dios, un voto era una promesa hecha a Dios que no debía romperse. Tenía tanta fuerza como un contrato escrito, por eso Jefté cumplió su voto y dedicó a su hija a Dios.
Al paso de los años, Israel tuvo muchos jueces que lo guiaron. Pero Jefté reconoció a Dios como el único Juez verdadero del pueblo, el Único que realmente los guiaría y ayudaría a conquistar a los enemigos invasores.

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