domingo, 28 de abril de 2024

Un momento... Nunca nos acostumbremos al pecado

 


UN MOMENTO CON DIOS

Nunca nos acostumbremos al pecado

 

“Lot levantó la vista y observó que todo el valle del Jordán, hasta Zoar, era tierra de regadío, como el jardín del Señor o como la tierra de Egipto. Así era antes de que el Señor destruyera a Sodoma y a Gomorra”. (Génesis 13. 10)

 

Los ojos de Lot se escaparon hasta Sodoma y Gomorra cuando eligió la llanura para vivir. Definitivamente, las ciudades no comenzaron a ser aquel lugar tan complicado para vivir después de la llegada de Lot; ya lo eran desde antes de su llegada, y él debió haber sabido lo que lo esperaba si entraba en ellas. Aun así, entró.

No lo hizo el primer día. No salió corriendo de la conversación con su tío y se metió en el centro de la ciudad, para “festejar” su libertad familiar. Fue un proceso largo. Un proceso que debió de haber comenzado con una posición de cuidado, de aprensión en relación con las ciudades, con sus habitantes y con sus costumbres.

Poco a poco, Lot y su familia fueron acostumbrándose a lo que era “natural y normal” entre los sodomitas, y las distancias se fueron acortando. Las barreras se fueron cayendo.

Nos acostumbramos al pecado de tal manera que no nos cuidamos de él. Es tan natural para nosotros, que ya no nos llama la atención. Recién cuando el pecado se transforma en tragedia, alguna fibra de nuestro corazón se sensibiliza. Lamentablemente, muchas veces es muy tarde y tenemos que pagar las consecuencias.

Lot se equivocó en la primera decisión, se equivocó en las decisiones intermedias y se equivocó en las últimas, también. Todas lo llevaron a Sodoma.

Lot no había conseguido convertir a su familia. Él estaba más influenciado por la ciudad de lo que él mismo sospechaba; tanto que el ángel lo tuvo que arrancar por la fuerza de la ciudad antes de que el fuego la consumiera.

Difícilmente saltamos al pecado cuando lo vemos por primera vez. Por educación, principios, creencias o alguna cosa buena, lo miramos de reojo y no nos sentimos bien. El problema aparece cuando llegamos a mezclarnos tanto con él que ni siquiera lo distinguimos. Oremos para estar atentos y no acostumbrarnos al pecado, porque eso nos separa de Dios.

Dios les bendiga abundantemente.

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