UN
MOMENTO CON DIOS
Cuando
no llega la respuesta
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. (Santiago 4. 1 – 3)
La vida
del ser humano se mueve por sus necesidades, tanto aquellas que son básicas,
como aquellas que podríamos llamar complementarias. Son necesidades que las
primeras necesitan ser saciadas y las segundas deberían, aunque en el caso de
no serlo tampoco cambia en exceso la cosa. Esto afecta directamente a la oración.
Tantas
veces oramos a Dios, esperamos una respuesta y no la obtenemos, y nos
preguntamos ¿estamos haciendo algo mal? ¿ Dios se ha olvidado de nosotros? ¿Ha
dejado de querernos Dios? ¿Quizá estemos haciendo algo mal? El enfoque está en
el motivo por el que oramos.
¿Qué es
lo que nos lleva a orar? ¿De dónde viene nuestra oración? ¿Por qué desea ese
resultado? Nos dice Santiago al respecto: “Pedís y no recibís, porque
pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres.” Esto que
aparentemente es algo sencillo de entender es algo muy complejo, porque pone el
énfasis de esto no está tanto en la oración como en el corazón. La motivación
de la oración es lo que traerá el éxito.
Hay que
tener claro que la oración no es la máquina en la cual echamos una moneda y
Dios nos da lo que queremos.
Si Dios
diese todo lo que pedimos demostraría ser un mal padre, un padre que malcría a sus
hijos y Dios no puede ser mal Padre.
El
éxito de una oración, la encontramos en la primera carta de Juan “Y esta
es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye.” El énfasis no está en nuestra petición, está en que
sea conforme a su voluntad, y para esto debemos conocer la voluntad de Dios.
Cuando
vemos a los discípulos, nunca le pidieron al Señor que les enseñara a predicar,
nunca pidieron clases sobre teología o les preguntaron cómo podían echar fuera
demonios, pero en cambio sí que le dijeron, “enséñanos a orar”. No estaban
buscando nuevas formas, estaban buscando la manera correcta de presentarse ante
Dios. Y el Padre Nuestro va a poner el énfasis en algo
imprescindible “hágase tu voluntad como en el cielo así también en la
tierra”, porque la realidad es que ninguna oración cambiará la voluntad de
Dios.
¿Acaso
dejará Dios de sanar a alguien porque no oremos? ¿Está el poder de Dios atado a
que nosotros hagamos algo de manera correcta? ¿Quedará alguien sin recibir algo
cuando Dios sabe de lo que tenemos necesidad incluso antes que le pidamos?
¡De
ninguna manera! La oración no es más que el medio que Dios utiliza, pero nunca
será la desencadenante de una respuesta. Es la soberanía, la gracia y la
misericordia de Dios la que obra, no nuestras oraciones, por eso cuando pedimos
según la voluntad de Dios hay respuesta, por eso cuando pedimos egoístamente no
la hay, porque Dios responde para exaltar su gloria.
¿Cómo
estamos pidiendo nosotros a Dios?
Dios
les bendiga abundantemente.
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