miércoles, 3 de abril de 2024

Un momento... El arrepentimiento y la confesión

 


UN MOMENTO CON DIOS

El arrepentimiento y la confesión.

 

“El Señor dice: «Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana. Si aceptan ser obedientes, comerán de lo mejor que produce la tierra; pero si insisten en ser rebeldes, morirán sin remedio en la guerra.» El Señor mismo lo ha dicho.” (Isaías 1. 18 – 20)

 

El pecado y la rebelión han traído desastre a la que anteriormente era una tierra fructífera.
Judea estaba desolada y sus ciudades, quemadas. Esto los despertó para llevar sacrificios y ofrendas, como si sobornaran a Dios para levantar el castigo y tener permiso para seguir en el pecado. Muchos que fácilmente se desprenden de bienes para ofrecer sacrificios no se convencen fácilmente que deben desprenderse de sus pecados. Confían en la pura formalidad como servicio que merece recompensa. Las más costosas devociones de los malos, sin la transformación completa del corazón y la vida, no son aceptables para Dios. No sólo no los acepta, sino que los aborrece. Todo esto muestra que el pecado es muy odioso para Dios. Si nos comprometemos en pecados secretos o nos damos libertades ilícitas; si rechazamos la salvación de Cristo, nuestras oraciones mismas se vuelven abominación.
Los sacrificios habían sido ordenados por Dios, como la forma para obtener el perdón de los pecados. Isaías no se está oponiendo a los sacrificios, la oración, el culto colectivo y el holocausto de sangre. Solamente está condenando los homenajes formales y el culto vacío que no estaban acompañados de justicia social y verdadera devoción.
Lo supremo en los sacrificios de sangre es la actitud del corazón. Para ser aceptable, el sacrificio debía representar una devoción sincera. Isaías declaró que Dios estaba harto de animales ofrecidos hipócritamente. Es cierto que la santidad de Dios requería sangre para la purificación, pero la meta de su pacto era una relación correcta con su pueblo. David reflejó este entendimiento en el Salmo 51, cuando dijo que el deleite de Dios no estribaba en los sacrificios de animales, sino en un corazón contrito y humillado. La meta de Dios al hacer pactos es una relación correcta, no meras ceremonias y sacrificios. Por lo tanto, los sacrificios sin el sincero deseo de establecer una relación con Dios pervierten el verdadero propósito del sistema de sacrificios, y estos son inaceptables al Señor.
No sólo hemos de sentir dolor por el pecado cometido, sino romper la práctica. Es claro que los sacrificios de la ley no podían expiar ni siquiera uno, los delitos superficiales de la nación. Pero, bendito sea Dios, hay una fuente abierta en la cual pueden ser lavados los pecados de toda edad y rango. 
Isaías declara que Dios está dispuesto a limpiar y perdonar si Judá se vuelve y acepta su santa provisión. Dios es misericordioso, pero los pecadores deben escoger, entre la obediencia y el juicio, entre el arrepentimiento seguido de la confesión o la rebeldía.
Los brazos de Cristo siguen abiertos para perdonar y limpiar, pero la persona debe estar dispuesta a dejar el pecado.

Dios les bendiga abundantemente.

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