UN MOMENTO CON DIOS
Una noche de paz.
«¡Gloria a DIOS en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2. 14)
La Biblia nos describe en el
pasaje de Lucas 2. 8 - 20 la escena más maravillosa que se haya concebido jamás
en la historia de la humanidad.
Sólo tenemos que imaginar a
aquellos pastores realizando su trabajo rutinario, velando, como cada noche lo
hacían, mientras cuidaban de las ovejas de su rebaño. De momento se les
presentó un ángel, y “la gloria del Señor los rodeó de
resplandor.” ¡Con razón tuvieron temor!
¿Acaso no sentiríamos temor si
estuviéramos en nuestro trabajo, o haciendo los quehaceres de la casa y de
golpe se apareciera ante nosotros un ángel, y todo el lugar se llenara de un
intenso resplandor?
Pero como si esto no hubiera
sido lo suficientemente impactante, el ángel comienza a hablarles y les da a
ellos en primer lugar, y con carácter de exclusividad la sensacional y
extraordinaria noticia del nacimiento del Salvador del mundo, el Mesías
prometido, aquel del cual había escrito el profeta Isaías unos ochocientos años
antes, diciendo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el
principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios
Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9. 6).
Acto seguido se une a este
ángel “una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y
decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para
con los hombres!”
¿Podemos imaginarnos aquella
preciosa noche llena de la paz y el gozo inefable de la gloria de Dios? ¡La
noche de la primera Navidad!
¡Estar cerca de aquel bebé, Dios
mismo hecho carne, ¡la plena manifestación de Su Gloria en la tierra! ¡Qué
maravilla!
Y mientras tanto, “María
guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.” Quizás recordaba
aquel momento en que el ángel Gabriel le anunció que ella había sido escogida
por Dios para concebir en su vientre, por obra y gracia del Espíritu Santo, al
Salvador del mundo. Y ahora, nueve meses después, allí estaba ella, llena de
gozo junto al divino fruto de su obediencia y entrega total a la voluntad de Dios.
¡Ciertamente la noche más
maravillosa de la historia de la humanidad!
¿Podemos, al igual que María,
meditar en nuestro corazón sobre el milagro del nacimiento de Jesús?
¿Hemos experimentado este
milagro en nuestro corazón?
¿Hemos aceptado a Jesucristo
como nuestro Salvador?
Si aún no lo hemos hecho, sólo
tenemos que creer en nuestro corazón que Jesús es el Señor y confesarlo con nuestros
labios. Entonces seremos salvos, dice Romanos 10. 9 - 10.
Eleva una oración al cielo, y
dispón tu corazón para recibir a Jesús como tu Salvador. Y sentirás la paz más
grande y más dulce que hayas sentido jamás. Y al igual que los pastores, alabaremos
y glorificaremos a Dios, y compartiremos con toda la preciosa experiencia de un
nuevo nacimiento.
Dios les bendiga abundantemente.
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