UN MOMENTO CON DIOS
¿Dónde está puesta nuestra
confianza?
“¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda, de los que se apoyan en la caballería, de los que confían en la multitud de sus carros de guerra y en la gran fuerza de sus jinetes, pero no toman en cuenta al Santo de Israel, ni buscan al Señor!” (Isaías 31. 1)
La vida del hombre transcurre
en una sola preocupación y búsqueda de consolidar su seguridad. Desde que
nacemos buscamos la seguridad que nos da el seno de nuestra madre y más
adelante siempre buscamos la seguridad que nos ofrece la cobertura de nuestros
padres. Cuando estudiamos, lo hacemos para asegurarnos de que más adelante
podamos tener un buen empleo. Al trabajar, nos aseguramos de que podamos
incrementar y mantener un flujo de ingresos constante que nos permita la
seguridad de cubrir nuestras necesidades básicas y los gastos de la vida
diaria.
También, si es posible,
ahorramos dinero para asegurarnos de que contaremos con suficientes recursos en
caso de que se presente algún percance. También buscamos seguridad financiera
para nuestra vejez. Y ya cuando estamos llegando al final de nuestro camino
terrenal, nos aseguramos de que nuestro fallecimiento no se convierta en una
carga financiera para nuestros seres queridos, y nos adelantamos a comprar un
plan de previsión funeraria. Muy pocos se dan cuenta de que después de la
muerte física nos queda una larga existencia, ya no en este mundo, para la cual
también debemos estar preparados y asegurados.
Toda nuestra confianza la
ponemos en las riquezas, pocas o muchas, que podamos acumular. Y así nos
pasamos toda la vida trabajando arduamente para consolidar nuestra seguridad
sin darnos cuenta de que la verdadera seguridad sólo proviene de Dios.
¿Dónde están los cimientos de nuestra
fortaleza? ¿Qué es lo que te hace sentir seguros? ¿Qué situación tememos pueda
ocurrir que cause la conmoción de nuestra seguridad? ¿Qué hemos estado haciendo
al respecto?
En cualquier caso, debemos
buscar primero el apoyo de Dios. Sin ÉL nunca podrás tener una genuina firmeza.
Necesitamos hacer como el hombre prudente que
construyó su casa sobre la roca. “Cayeron las lluvias, crecieron los ríos,
y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se
derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca.”
Necesitamos colocar toda nuestra
confianza en Dios, buscando primero su Reino y su justicia y todas las
cosas que necesitamos nos serán añadidas.
Así que no perdamos el sueño
por causa de la inseguridad sino coloquemos todas nuestras angustias en las
amorosas manos de nuestro Señor Jesucristo. Tanto ahora como en la eternidad no
hay mayor fuente ni garantía de seguridad que Él. Dios no desea que
seamos autosuficientes, sino que dependamos de Él y pongamos en Él nuestra
confianza.
Todo lo bueno que
tenemos, todos los éxitos que hemos logrado en esta vida se deben al amor y la
misericordia de Dios, quien nos ha dado todo.
Dios les bendiga abundantemente.
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