UN MOMENTO CON DIOS
Cuando una puerta se
cierra.
“Como el Espíritu Santo no les permitió anunciar el mensaje en la provincia de Asia, atravesaron la región de Frigia y Galacia, y llegaron a la frontera de Misia. De allí pensaban entrar en la región de Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.” (Hechos 16. 6 – 7)
¿Alguna vez hemos orado por
una situación, sintiéndote seguro de la voluntad de Dios, para luego darnos
cuenta de que la puerta se cerró?
Quizás era la mudanza a otra ciudad, una
relación para casarse, o una oportunidad de empleo que parecía tan prometedora.
No importa la situación, el resultado fue confusión, decepción, y tal vez,
incluso, desesperación. ¿Qué estaba haciendo Dios?
Pablo y Silas tuvieron una
experiencia parecida en su segundo viaje misionero. En vez de seguir su
propósito original de visitar las iglesias que habían constituido, decidieron
ir a un nuevo territorio. Pero el Espíritu Santo les prohibió entrar en Asia
(la actual Turquía). Así que fueron al norte, a Misia, con la intención de
dirigirse a Bitinia. Pero el Espíritu Santo les cerró la puerta de nuevo.
Es posible que, a esas
alturas, nos hayamos preguntado por qué Dios les impedía la predicación del
evangelio. Después de todo, ¿no había dado Jesús la Gran Comisión (Mateo
28. 19, 20)?
La respuesta le vino a Pablo
en un sueño: el Señor los estaba redirigiendo a Grecia, una nación con grandes
ciudades metropolitanas. Desde allí, el evangelio podría propagarse con mayor
rapidez; finalmente, Pablo llegó a Éfeso, y desde aquí el evangelio se extendió
a Asia.
En el momento que Juan
escribió el Apocalipsis, había al menos siete iglesias en ese continente.
Dios utiliza puertas cerradas
para redirigirnos a Su voluntad. Por tanto, la respuesta más sabia es confiar
en Su infinita sabiduría, esperar Su clara dirección y seguir la guía del
Espíritu Santo.
La redirección de Dios trae
bendición, si simplemente confiamos en Él y Le obedecemos.
Dios les bendiga abundantemente.
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