UN MOMENTO CON DIOS
Dar gracias en todo.
“Y habiendo dicho esto, tomo el pan y dio gracias a DIOS en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer”. (Hechos 27. 35)
Doscientas setenta y seis
personas estaban aterrorizadas por la inminente tragedia que les envolvía, pues
la nave en que viajaban quedó a la deriva y zozobraba… era de noche, sin radio,
sin luces de bengala, sin salvavidas inflables. Ellos olían la muerte y
la desgracia los envolvía. Por sobre los ruidos ensordecedores de los
impetuosos golpes de las olas embravecidas contra los maderos de la
embarcación, sobresalían blasfemias y maldiciones proferidas por los labios de
los reclusos que viajaban y de los guardias que los custodiaban. Llevaban dos
semanas sin cocinar y quien iba a querer comer en víspera de la muerte.
El apóstol Pablo, prisionero
por la fe de Jesucristo, hizo que lo escucharan. Con humildad, pero con
firmeza les instó a tener buen ánimo diciéndoles…. “porque estuvo conmigo
el ángel del Dios a quien sirvo, y me ha dicho que ninguna vida humana se va a
perder, solamente la embarcación”; acto seguido, en paz, dio gracias a Dios, y
tomando pan, comenzó a comer (Hechos 27. 32 - 38)
Paz en la tormenta,
confianza ante el peligro, seguridad en las promesas de Dios. Pablo sabia
disfrutar de la vida aún al borde de la muerte.
Él nos da tremendo ejemplo al
dar las gracias con anticipación, ya que usualmente nosotros damos las gracias
después que somos servidos, y cuando se trata de agradecimiento a Dios, muchas
veces se nos olvida, y otras veces nos desentendemos al no dedicarle como
ofrenda de gratitud nuestros diezmos y ofrendas.
Dios se agrada de las ofrendas
de gratitud. En Filipenses 3.19 promete suplir toda necesidad.
Recordemos siempre que podemos,
anticipadamente, darle gracias a Dios por todo lo que nos permite pasar cada
día, en salud o enfermedad, en abundancia o en escasez, en tensión o en paz, en
progreso o desventura.
Velar en acción de gracias
implica que estemos dispuestos a esperar en el Señor. Demos gracias al
Señor por Su constante presencia en nuestras vidas.
“El Señor es mi poderoso protector; en él
confié plenamente, y él me ayudó. Mi corazón está alegre; cantaré y daré
gracias al Señor.” (Salmo 28. 7)
Dios les bendiga abundantemente.
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