UN MOMENTO CON DIOS
Como escuchar la Palabra de
Dios.
“Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se reunió en la plaza que está frente a la puerta del Agua y le pidió al maestro Esdras traer el libro de la ley que el Señor le había dado a Israel por medio de Moisés.
Así que el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras llevó la ley ante la asamblea, que estaba compuesta de hombres y mujeres y de todos los que podían comprender la lectura, Al oír las palabras de la ley, la gente comenzó a llorar. Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo les dijeron: «No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios». (Nehemías 8. 1 – 2, 9)En nuestra cultura las Biblias
son tan abundantes que a menudo no las valoramos. Este no era el caso en los
días de Esdras. Después de haber sido exiliados de Israel durante muchos años,
los judíos finalmente habían regresado a su tierra. El pasaje de hoy describe
su reacción al escuchar las Sagradas Escrituras. Podemos tener fácil acceso
a las Biblias hoy, pero haríamos bien en acercarnos a la Palabra de Dios de la
misma manera que lo hicieron estos israelitas.
Con ansiosa atención. El
pueblo escuchó con atención mientras Esdras leyó las Sagradas Escrituras “desde
el alba hasta el mediodía” (Nehemías 8. 3)
Con reverencia y adoración. Cuando
Esdras abrió el rollo, todas las personas se pusieron de pie en reverencia, y
luego se postraron para adorar al Señor (Nehemías 8. 5 - 6)
La Biblia revela quién es
DIOS, y aumenta nuestro temor reverente por ÉL y el respeto por Su Palabra.
Con entendimiento. Había
personas que ayudaban a otros a entender lo que escuchaban, de manera parecida
a como lo hacen los pastores y maestros hoy en día (Nehemías 8. 7 - 8)
Con arrepentimiento. Después
de escuchar la Ley de Dios, se sintieron acusados por el pecado, y se
arrepintieron con tristeza y llanto (Nehemías 8. 9)
La Palabra de Dios es
santificadora, revela el pecado y nos guía a la rectitud.
Es fácil desestimar lo que
está a nuestro alcance, pero nunca debemos perder de vista la posesión más
valiosa que Dios nos ha dado: Su Palabra inspirada e infalible.
Dios les bendiga abundantemente.
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