CADA
DÍA CON DIOS
Con
Quien Andamos es lo que somos
Un dicho popular dice: dime con quién andas y te diré quién eres. Esto lo que quiere decir es que nosotros los seres humanos somos influenciables, terminamos haciendo lo que otros hacen y terminamos pareciéndonos a las personas con quien andamos.
Con
este dicho nuestros padres lo que pretendían era decirnos que elijamos bien a
las personas que serán nuestros amigos. De las personas que estén con
nosotros dependerá nuestro éxito o nuestro fracaso.
Por
esta razón es que Dios le había ordenado a su pueblo que destruyeran a todo
aquel que encontraran en la tierra que les daría. Deuteronomio 20. 17 “sino que
los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo,
al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado;”
El
motivo por lo cual Dios les ordenó destruirlos era para que su pueblo no
terminara haciendo lo que estos pueblos hacían. Josué 16. 18 “para que no
os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus
dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios”
El
problema de los israelitas era el mismo que hoy tenemos muchos de nosotros no
queremos escuchar los consejos de nuestros padres y terminamos juntándonos con
personas que nos pueden mal influenciar. Josué 16. 10 “Pero no arrojaron al
cananeo que habitaba en Gezer; antes quedó el cananeo en medio de Efraín,
hasta hoy, y fue tributario.”
El
problema de muchos jóvenes que andan en malos caminos no es que sus padres no
los hayan educado bien, el problema es que desobedecieron y se juntaron con malas
amistades. 1 Corintios 15. 33 “No erréis; las malas conversaciones corrompen
las buenas costumbres.”
Nuestras
amistades terminan influenciando sobre nuestras decisiones o nuestra
vida, debemos aclarar algo: una cosa son nuestros conocidos o nuestros
compañeros y otra muy diferente nuestros amigos.
Compañeros
o conocidos pueden ser cualquiera, todos con quienes tenemos algún contacto
diario en el colegio, el trabajo en la calle. Jesucristo no quiere que nos
alejemos de ellos porque están en este mundo y es inevitable no tener algún
tipo de contacto. 1 Corintios 5. 10 “no me refería a la gente inmoral
de este mundo, o a los avaros y estafadores, o a los idólatras, porque entonces
tendríais que salir del mundo.”
Ya
que lo que nosotros somos depende de con quién nos juntamos es muy importante
saber cómo escoger a nuestras amistades.
1. Debemos
estar pendientes de su comportamiento. Mateo 7. 16 - 17 “Por sus frutos los
conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así,
todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.”
2. Que
comparta nuestras preferencias religiosas, empresariales, de estudio etc. Si no
comparte nada con nosotros muy posiblemente se convierta en un yugo desigual. 2
Corintios 6. 14 “No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues
¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con
las tinieblas?”
No
se trata de que la otra persona sea totalmente parecida a nosotros,
sus diferencias deben ser complemento para lo que queremos alcanzar. Génesis 2.
18 “Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le
haré una ayuda idónea.”
3. Mantengámonos
firme en nuestras buenas y sanas costumbres. Jeremías 15. 19
“Entonces dijo así el Señor: Si vuelves, yo te restauraré, en mi presencia
estarás; si apartas lo precioso de lo vil, serás mi portavoz. Que se vuelvan
ellos a ti, pero tú no te vuelvas a ellos.”
La
única forma de no dejarnos mal influenciar por los demás es si sabemos
exactamente qué es lo que queremos conseguir.
Las
personas que no saben que es lo que quieren es como si perdieran el tiempo
dándole golpes al aire. El Apóstol Pablo sabía muy bien que es lo que quería. 1
Corintios 9. 26 “Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de
esta manera peleo, no como dando golpes al aire,”
Si
queremos ser triunfadores miremos muy bien con quién andamos, sino tarde o
temprano terminaremos haciendo lo que ellos hacen, si nuestros valores y
principios son firmes podremos hacer que ellos se vuelvan a nosotros.
Dios
les bendiga abundantemente.
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