UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
CUENTA, UNO, DOS, TRES, ANTES DE PELEAR
“Honroso es al hombre evitar la contienda, pero no hay necio que no inicie un pleito”. (Proverbios 20.3).
Es más fácil entrar en discusión que evitarla. Todo se complica cuando nuestro punto de vista, nuestras ideas y sobre todo nuestro orgullo están de por medio. Cuando entramos en algún pleito o discusión y en lugar de frenarla le damos vida, nos vemos envueltos por la misma pelea y de ahí nada bueno puede salir. Cuando un pleito nos envuelve, nos quita la claridad para pensar, la humildad en el corazón no está a la vista sino fuera de esa envoltura, el amor al prójimo queda en el olvido junto con el respeto.
Lo único que ha sobrevivido es el odio, el orgullo y los deseos de “vencer”. ¿Cuántas veces lo seguiremos haciendo? Es muy probable que ya hayamos vivido algo así, que nos hayamos peleado con algún ser querido, con algún compañero de trabajo o alguien en la calle.
Nos dieron un golpe en nuestro “punto frágil” y explotamos y nos dejamos envolver por la furia, nos dejamos dominar por la ira. Dimos rienda suelta a la contienda en lugar de buscar evitarla.
DIOS conoce perfectamente lo que pasa por nuestra mente. Sabe que si no ponemos dominio sobre nuestro ser, los resultados pueden ser muy destructivos.
Por eso su palabra está llena de principios y mandamientos, para guiarnos a una mejor vida. Para evitarnos caer en problemas que no sabremos resolver. Para llevarnos a una mejor comunión con Él.
El propósito de sus mandamientos es mostrarnos un camino distinto al que conocemos. Un camino mejor. Miremos a nuestro alrededor. Cuando nos encontremos en medio del tránsito rumbo al trabajo o alguna actividad, nos damos cuenta del estado de la gente.
Cuando veamos personas discutiendo y perdiendo todo tipo de cordura, es en ese momento cuando decidimos tomar las riendas de nuestros impulsos y echamos todo a perder. Y conocemos las consecuencias. Las hemos vivido una y otra vez.
Una de las marcas del cristiano debería ser el no prolongar la tensión y los conflictos. No debemos tratar de arreglar las cuentas con nuestros enemigos o quienes nos ofenden. No tenemos que responder a malas acciones, con malas acciones. En cambio, debemos ser pacientes y entregar el problema en manos de DIOS.
EL intentar llevar un asunto con nuestras propias manos constituye un abandono del sendero de la fe. DIOS puede ocuparse de nuestro problema mucho mejor que nosotros mismos.
Sería bueno que escucháramos a DIOS con gran atención y a todas las correcciones que nos hace en cada día que vivimos. Dejarnos corregir y dócilmente aceptar nuestro error.
Recordemos, dar rienda suelta a nuestros enojos, pleitos y contiendas no trae nada bueno, por el contrario, es honroso, sabio y correcto el evitarlas.
Dios les bendiga abundantemente.
CUENTA, UNO, DOS, TRES, ANTES DE PELEAR
“Honroso es al hombre evitar la contienda, pero no hay necio que no inicie un pleito”. (Proverbios 20.3).
Es más fácil entrar en discusión que evitarla. Todo se complica cuando nuestro punto de vista, nuestras ideas y sobre todo nuestro orgullo están de por medio. Cuando entramos en algún pleito o discusión y en lugar de frenarla le damos vida, nos vemos envueltos por la misma pelea y de ahí nada bueno puede salir. Cuando un pleito nos envuelve, nos quita la claridad para pensar, la humildad en el corazón no está a la vista sino fuera de esa envoltura, el amor al prójimo queda en el olvido junto con el respeto.
Lo único que ha sobrevivido es el odio, el orgullo y los deseos de “vencer”. ¿Cuántas veces lo seguiremos haciendo? Es muy probable que ya hayamos vivido algo así, que nos hayamos peleado con algún ser querido, con algún compañero de trabajo o alguien en la calle.
Nos dieron un golpe en nuestro “punto frágil” y explotamos y nos dejamos envolver por la furia, nos dejamos dominar por la ira. Dimos rienda suelta a la contienda en lugar de buscar evitarla.
DIOS conoce perfectamente lo que pasa por nuestra mente. Sabe que si no ponemos dominio sobre nuestro ser, los resultados pueden ser muy destructivos.
Por eso su palabra está llena de principios y mandamientos, para guiarnos a una mejor vida. Para evitarnos caer en problemas que no sabremos resolver. Para llevarnos a una mejor comunión con Él.
El propósito de sus mandamientos es mostrarnos un camino distinto al que conocemos. Un camino mejor. Miremos a nuestro alrededor. Cuando nos encontremos en medio del tránsito rumbo al trabajo o alguna actividad, nos damos cuenta del estado de la gente.
Cuando veamos personas discutiendo y perdiendo todo tipo de cordura, es en ese momento cuando decidimos tomar las riendas de nuestros impulsos y echamos todo a perder. Y conocemos las consecuencias. Las hemos vivido una y otra vez.
Una de las marcas del cristiano debería ser el no prolongar la tensión y los conflictos. No debemos tratar de arreglar las cuentas con nuestros enemigos o quienes nos ofenden. No tenemos que responder a malas acciones, con malas acciones. En cambio, debemos ser pacientes y entregar el problema en manos de DIOS.
EL intentar llevar un asunto con nuestras propias manos constituye un abandono del sendero de la fe. DIOS puede ocuparse de nuestro problema mucho mejor que nosotros mismos.
Sería bueno que escucháramos a DIOS con gran atención y a todas las correcciones que nos hace en cada día que vivimos. Dejarnos corregir y dócilmente aceptar nuestro error.
Recordemos, dar rienda suelta a nuestros enojos, pleitos y contiendas no trae nada bueno, por el contrario, es honroso, sabio y correcto el evitarlas.
Dios les bendiga abundantemente.
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