LECTURA DIARIA:
Salmo 150
Las primeras cuatro partes de Salmos terminan con una doxología corta; ahora tenemos el gran final, que expresa el propósito de todo el libro, la alabanza a Dios, que todos le adoren.
Se repite los ¡Aleluya! al principio y al final, diez imperativos, alabad; y otra exhortación alabe en el versículo 6.
Se empieza en el templo pero Dios recibe alabanza de todo el universo.
El Salmo es breve; así tiene más impacto.
Dios merece alabanza por lo que hace y por lo que es. Sus proezas y su inmensa grandeza señalan a todo lo que se ha dicho en los otros 149 salmos. Los varios instrumentos sugieren muchas ocasiones de alabanza: la corneta, fiestas y anuncio de jubileo; danza y pandero, celebraciones y fiestas; instrumentos de cuerda, comunión, devoción, hermosura.
Pero más que esto el salmista quiere decir: “Alabadle con todo tipo de instrumentos, con todos los sonidos, ¡con todo!”
Todo el salterio se dirige a este punto: que ¡Todo lo que respira alabe a Jehová! Es la exhortación a través del libro de los Salmos; es el motivo misionero que se declara a menudo; es el clímax a que se dirige todo el plan redentor de Dios.
Es lo que fue profetizado: Por mí mismo lo he jurado;… que delante de mí se doblará toda rodilla, y jurará todo lengua (Isaías 45.23). Es la médula de nuestro servicio a Dios; es la meta de la gran comisión, que toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor (Filipenses 2.11)
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