UN MOMENTO CON DIOS
Disciplina.
“Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.” (Hebreos 12. 5b – 6)
“Ciertamente, ninguna disciplina, en el
momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo,
después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido
entrenados por ella.” (Hebreos 12. 11)
Un diamante magnífico fue
extraído de las profundidades de una mina. Al ser presentada al Rey, la
magnífica gema fue confiada a un gemólogo. Luego de ser cuidadosamente
estudiada, la piedra preciosa fue ligeramente cortada en facetas. Seguidamente
el experto puso el cincel en la parte posterior de la piedra, contuvo el
aliento, y lo golpeó con el martillo. Después que tanto el cortador como la
audiencia volvieran a respirar, vieron que el diamante había sido quebrado en
dos partes.
Unos podrían decir que el
diamante había sido arruinado por el cortador que se hacía llamar el “experto”.
Pero quienes lo vieron trabajar el diamante, y que conocían un poco más sobre
el tema, sabían que no era así.
Ellos comprendían que el
gemólogo había hecho todo lo necesario para asegurarse de que el diamante
mantuviera su máximo valor.
Eso es lo que el Señor hace
con nosotros. Tal vez alguna vez en nuestra vida, hemos sentido como que el Señor
ha puesto sobre nuestros hombros mucho más de lo que podemos llevar, y hemos
pensado que el Señor estaba siendo impredecible e injusto.
¿Nos hemos puesto a contemplar
alguna vez la posibilidad de que las dificultades que tenemos podrían ser parte
de la disciplina de Dios?
¿El dinero no nos alcanza?
¿Tenemos una enfermedad incurable?
¿Nuestros hijos se han
apartado del Señor?
¿Hay frustraciones en nuestra
vida que no podemos solucionar? etc., etc.
Dios utiliza cosas comunes en
nuestras vidas para corregirnos y moldearnos en los instrumentos que ÉL quiere
que seamos. En cada situación de nuestras vidas debemos reconocer la mano de Dios.
En primer lugar, usa
circunstancias para hacernos caer de rodillas y acudir a ÉL. Luego, en Su
gracia, sigue utilizando los sucesos de nuestra vida para transformarnos en
personas más semejantes a Cristo, «conformes a la imagen de su
Hijo» (Romanos 8.29)
Cuando Dios obra en nuestra
vida permitiendo ciertas circunstancias difíciles con el fin de corregirnos y
nosotros no reconocemos Su “mano” de disciplina, estamos tomando a la
ligera la disciplina del Señor.
Es interesante que la palabra
disciplina no sólo tiene la idea de disciplinar por desobediencia, sino que
también se refiere a la preparación y disciplina de un atleta. Un atleta tiene
que “disciplinarse”, manteniendo una dieta estricta, sacrificando ciertos
placeres, siguiendo una vida muy limitada para poder sobresalir y ser mejor que
los demás.
Dios muchas veces permite que
tengamos dificultades, pruebas, dolor y tristezas para que seamos mejores
instrumentos en sus manos. Tanto la corrección por nuestra desobediencia como
las dificultades para nuestra madurez y crecimiento espiritual resultan ser la
disciplina del Señor.
Recordemos que, en las manos
de nuestro Creador y Redentor, «somos hechura [de Dios], creados en Cristo
Jesús» (Efesios 2. 10). El Señor puede utilizar las idas y venidas de
nuestra vida para hacernos cada vez más parecidos a Su Hijo.
Dios les bendiga abundantemente.
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